Cine





DIOS ES MÁS GRANDE QUE ELVIS


¡¡Hola pueblo de Dios!!

Con motivo del 35º aniversario de la muerte del “King” Elvis Presley, hoy hablamos de un documental, "Dios es más grande que Elvis." Ya lo sé, un mucha gente tuerce la cara a los documentales, imaginándose un tremendo coñazo, pero este está muy bien. Y fue uno de los candidatos al Oscar del año pasado al mejor cortometraje (sí, los milagros suceden, y la Academia, a veces, acierta).

Esta es una pequeña obra de arte, en todos los sentidos. Antes de que nadie piense que la película habla de rock and roll o de la ascensión de Elvis Presley al cielo (si hay gente capaz de fundar una iglesia para Maradona, hay otros que creen en el “altísimo” Elvis). En realidad, el documental cuenta la vida de la Hermana Dolores Hart.

Esta increíble mujer era actriz en Joliwú y, entre 1957 y 1962, hizo una decena de películas, trabajando junto a la gente de la talla de Karl Malden y Montgomery Clift. Sin embargo, su nombre quedó conocido, ya en aquellos tiempos, por trabajar en dos películas con Elvis "La Pelvis": "Loving You" y "King Creole".

Pero Dolores escuchó a Nuestro Señor, y cuando Dios habla, que se calle todo el mundo. A los 25 años, en la cúspide de su belleza, después de haberse hecho una prueba para el vestido de novia (tenía la boda marcada), bien de pasta y con potencial para convertirse en una Marilyn Monroe, Dolores Hart lo dejó todo y se fue a ser una monja benedictina . Hoy en día ella es la Madre Priora en la Abadía de Regina Laudis (una granja en Connecticut, la única de su tipo en los EE.UU.), y no se arrepiente un solo segundo del rumbo que dio a su vida.

La Madre Dolores es de esas personas que me dan la seguridad de que hay gigantes caminando entre nosotros y que realmente somos, al menos en nuestra mayoría, gusanos despreciables. ¿Quién abandona la fama, el amor (en el sentido carnal) y el dinero hoy en día?

Es fantástico ver como la belleza de la hermana Dolores se mantiene intacta a los 73 años de edad. Dios está con ella.

Creo que una de las historias de amor más hermosa que jamás haya visto en la pantalla está en este documental: su antiguo novio, Don Robinson, nunca salió de su lado. Y eso que lo intentó. Como él mismo cuenta, tuvo otras novias, pero nunca se casó. Él vivió su amor como pudo, era amigo de la hermana Dolores, y la visitó hasta el día que fue llamado por el Señor. Don murió poco después de acabar la grabación de este documental.

Dolores Hart (Fuente: teinteresa.es)

Trata de conseguir - por cualquier medio legal, por supuesto ;) -este DVD. Si hay algo realmente bueno siendo hecho, una de las responsables actualmente es la hermana Dolores Hart.



Fuente: O Catequista

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EL IRLANDES


Cine costumbrista, de sabor clásico


El británico John Michael McDonagh debuta en el largometraje, después de su experiencia como guionista. Nos cuenta una historia a medio camino entre un costumbrismo irlandés de sabor fordiano, y un thriller que recuerda a cierto noir francés. El resultado, sostenido por unos excelentes Brendan Gleeson y Don Cheadle, funciona.


El sargento irlandés Gerry Boyle trabaja en la policía local de un pequeño pueblo lejos de Dublín. Es un tipo impresentable: bocazas, vago, putero y racista. Está soltero y sólo le queda su madre, a la que trata con cariño. Un asunto de narcotráfico le obliga a trabajar con un agente del FBI, Wendell Everett, negro y americano, dos ingredientes que no son del agrado del irlandés. Lo que comienza siendo una combinación imposible, al estilo de las buddy comedies, entre el policía escrupuloso y profesional, y el policía cínico y desganado, acaba sacando a la luz un sargento Boyle de inconmensurable humanidad.

Antítesis de blancos y negros


La película es la antítesis de blancos y negros: todo son matices, y ahí quizá reside su frescura, y también su autenticidad. Aunque tiene guiños surrealistas, y obviamente cómicos, el fondo tiene una hondura dramática importante: Boyle, que es un antihéroe, alejado de cualquier ejemplaridad, tiene sin embargo un núcleo sólido en la conciencia de sí mismo. Sabe que hay cosas por las que merece la pena sacrificar la vida, y lo sabe, no como fruto de un discurso moral complejo, sino porque lo lleva grabado en los genes. Quizá se deba a su condición de católico, ilustrada en el film a través de la figura de su madre, una mujer también poco convencional, que acude periódicamente a la iglesia para confesarse.

Lo interesante es que Boyle no es un hombre mezquino que se va transformando hacia la virtud. Es mezquino hasta el final, pero..., capaz de grandes cosas. En ese sentido, se aleja del prototipo de personaje de guión y se acerca más a la realidad de la vida. De hecho, el personaje, a pesar de ser protagonista, no acaba de caer bien al espectador. Sólo al final es posible decir: ¿Quién iba a pensar que fulanito era capaz de hacer tal cosa? Como la vida misma...

Contra los prejuicios


Por otra parte, el personaje que encarna Don Cheadle representa al que hace lo correcto, lo que se espera de él. Padre de familia, escrupuloso profesional y educado, parece que no tiene nada que aprender de Boyle. Sin embargo, también él va a dilatar sus horizontes gracias a su encuentro con Boyle. Si hay algo contra lo que arremete esta singular película policiaca son los prejuicios.

Juan Orellana
Alfa y Omega > Nº 795 / 19-VII-2012 > Desde la fe > Cine


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ELEFANTE BLANCO

Los prejuicios empañan un gran testimonio


Llega a los cines Elefante blanco, con el actor Ricardo Darín en el papel protagonista, interpretando a un párroco en una villa miseria de Buenos Aires. La película tiene algunas sombras, que el espectador deberá tener en cuenta, como la relación pasajera de otro sacerdote con una mujer. Si no fuera por estos elementos, estaríamos hablando de un impecable testimonio de compromiso sacerdotal. Lástima que alguna escena fuera de tono empañe el resultado final.

 El director argentino Pablo Trapero, con una amplia filmografía, siempre dura y a menudo radical y sórdida, explora por primera vez y se zambulle en el mundo de los sacerdotes, específicamente de aquellos que, comprometidos en obras sociales de enorme peligrosidad, formaron parte del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. En concreto, la película es un claro homenaje al padre Carlos Múgica (1930-1974), fundador de la parroquia Cristo Obrero, en una villa miseria, y que murió asesinado a balazos, dejando un legado de caridad y reconocimiento del pueblo.

La película está protagonizada por el padre Julián (Ricardo Darín), párroco de la parroquia de Cristo Obrero, enclavada en Villa 31 de Retiro, en Buenos Aires; un lugar infestado de bandas de narcotraficantes, jóvenes drogadictos y familias desestructuradas. Es un sacerdote recio: hombre de oración, de sacramentos, cercano a su obispo -que no complaciente-, seguidor del carisma del padre Múgica, y de fuerte devoción mariana: reza el Rosario a diario con sus coadjutores.

Al padre Julián le diagnostican un tumor cerebral irreversible, y él, sin decir nada a nadie, decide buscar un sucesor como párroco. El sacerdote que vive con él es muy trabajador y buen cura, pero demasiado joven. Así que decide recurrir a un compañero de seminario, el francés Nicolás, muy comprometido socialmente con los indígenas, y que está marcado por un sentimiento de culpa ante el asesinato de sus feligreses en la selva mientras él permaneció escondido. Una vez en la parroquia de Cristo Obrero, el proyecto más importante es levantar unas construcciones de realojamiento de los habitantes de la Villa, que viven en chabolas. Pero problemas económicos y políticos que afectan al Obispado amenazan con parar las obras.

La primera hora de película es un impecable testimonio de compromiso sacerdotal, en comunión con la Iglesia y ejemplar entrega. Es sorprendente que, en un contexto mediático en el que la figura del sacerdote aparece frecuentemente asociada a escándalos y turbiedades, Trapero nos presente a sacerdotes normales, como Julián y su joven colaborador, hombres de fe sin intereses espurios ni motivaciones oscuras.

El guión y la cinta tienen, sin embargo, dos elementos que ensombrecen el resultado: el affaire del padre Nicolás con Luciana, y el papel del padre Julián en el desenlace del film. Nicolás se enamora de Luciana, con la que se entrega a una apasionada relación, incluso sexual. La película es muy explícita en esto y se trata de tal manera que alguien lo puede interpretar como una apuesta de Trapero por el celibato opcional. Esta subtrama a lo Pájaro espino perjudica el tono realista, social, y auténtico del film. No porque en la vida real no puedan suceder esas cosas, sino porque el tono de la película va por otro lado.

El segundo punto disonante, el desenlace, es demasiado ambiguo, no por decisión del guionista, sino por la resolución de la puesta en escena, y puede afectar a la coherencia que ha mantenido hasta ese momento el personaje de Julián. Hechas estas dos puntualizaciones, hay que reconocerle a la película fuerza, dramática y visual, una poderosa puesta en escena y una excelente dirección de actores.

Hay otro punto interesante. La relación del padre Julián con su obispo, aunque tensa, es cercana, libre, sincera. El obispo visita el barrio y Julián le dice siempre claramente lo que piensa. Quedan atrás aquellos esquemas de marxismo doctrinario en los que se exacerbaban las diferencias y contradicciones dentro de la Iglesia. Lo que define a los protagonistas no es una lucha ideológica, sino su entrega a la gente, una entrega que nace de la fe, y no de la lucha de clases. En fin, una película que a pesar de sus peros, no trivializa la realidad, sino que se la toma en serio. Y por tanto al espectador también.



Fuente: Alfa y Omega > Nº 794 / 12-VII-2012 > Desde la fe > Cine


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UN DIOS SALVAJE


… no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios (Manuel II Paleólogo)


Hace poco vi la película Un dios salvaje de Roman Polanski. Esta adaptación al cine de la obra de teatro de Yasmina Reza, cuenta cómo dos matrimonios se reúnen para intentar solucionar, amistosamente, la pelea que han tenido sus respectivos hijos.

Toda la película transcurre en casa de los padres de la víctima. En un principio todos se muestran favorables a una conciliación. Llegan a un acuerdo para solucionar el conflicto, pero cuando parece que todo está resuelto, comienza un drama que crece en tensión. Aparece lo peor de cada uno de los protagonistas, hasta llegar a una situación de enfrentamiento de un matrimonio contra el otro y de los cónyuges entre sí.


Ésta es una de esas películas que hay ver porque hacen pensar. Son muchos los temas y las conclusiones a las que se pueden llegar: las apariencias, el diálogo en el matrimonio, la educación de los hijos, la importancia de los límites, etc., etc. Sin embargo, hay una cuestión que me parece central, y que es la que da título a la película. En un momento determinado, cuando la discusión está en uno de sus puntos álgidos, el padre del agresor dice: Yo creo en un dios salvaje… A lo que la madre de la víctima responde: Yo defiendo los valores de la civilización occidental.

Detrás de esto, está un debate muy actual, sobre el que Benedicto XVI ha llamado la atención en repetidas ocasiones: ¿Hay normas comunes para todos? ¿Puede haber una ley universal que sirva para todos los hombres, de todos los tiempos y de cualquier lugar? O como plantea uno de los protagonistas de la película, ¿las distintas civilizaciones tienen normas éticas distintas, adecuadas a su cultura y sus circunstancias, y si éstas lo exigieran tiene que primar la ley del más fuerte?

Todo esto me recordó un debate que tuvo lugar en febrero del año 2000, entre el filósofo ateo Paolo Flores d’Arcais y el entonces cardenal Joseph Ratzinger. En un momento del diálogo, el filósofo italiano puso en cuestión la existencia de la ley natural, aludiendo precisamente a esa gran variedad de culturas existentes: Si por ley natural entendemos algo que todos los hombres de hecho han sabido siempre que está mal, aunque después lo hayan transgredido, bueno, ese algo no existe. A lo largo de la historia del hombre, el hombre ha considerado normas válidas, y hasta ‘supremas’… las cosas más diversas A partir de este razonamiento, D’Arcais intentaba mostrar como determinadas actuaciones, como el aborto, no tienen porqué ser algo contrario a la razón.

La respuesta del cardenal Ratzinger tomó como punto de partida un hecho histórico: Nosotros los alemanes hemos conocido un ejemplo muy fuerte, dado que entre nosotros se llegó a decir…, nosotros decidimos que existían vidas que no tenían derecho a vivir, y, por tanto, hemos pretendido el derecho de ‘purificar’ el mundo de esas vidas indignas…

A partir de aquí, Ratzinger explica cómo la dignidad de la persona humana y los derechos que de ella se derivan, no dependen de un gobierno o una mayoría que decide si existen o no, es una dignidad y unos derechos que la persona tiene por el hecho de ser creatura. En consecuencia, la naturaleza no es producto de una casualidad ciega, de una evolución ciega, y sin perjuicio del desarrollo de la evolución, detrás hay una razón y, por tanto una moralidad del mismo ser.

El cardenal Ratzinger volvería sobre esto años más tarde, siendo Papa, en el famoso discurso en la Universidad de Ratisbona. Allí recordó, a propósito del diálogo entre Manuel II Paleólogo y un persa culto, la íntima relación entre fe y razón, y la necesidad que tienen la una de la otra. En este discurso puso de manifiesto cómo una razón autónoma de Dios, de la fe, es incapaz de dar respuesta a las cuestiones fundamentales que afectan a la vida del hombre. La razón sin la religión destruye al hombre; la religión sin la razón se convierte en intolerancia.

El sujeto, basándose en su experiencia, decide lo que considera admisible en el ámbito religioso y la ‘conciencia’ subjetiva se convierte, en definitiva, en la única instancia ética… La situación que se crea es peligrosa para la humanidad, como se puede constatar en las patologías que amenazan a la religión y a la razón, patologías que irrumpen por necesidad cuando la razón se reduce hasta el punto de que ya no le interesan las cuestiones de la religión y de la ética. Lo que queda de esos intentos de construir una ética partiendo de las reglas de la evolución, de la psicología o de la sociología, es simplemente insuficiente.
Chesterton en su primera novela del padre BrownLa cruz azul, cuenta cómo el clérigo inglés descubre al gran ladrón de joyas Flambeau, que se había disfrazado de sacerdote para robar la cruz azul. Durante una conversación inocentemente clerical, entre el padre Brown y Flambeau, éste ataca a la razón, para convencer al otro de que es un auténtico clérigo, a lo que el padre Brown responde:

No..., la razón siempre es razonable, incluso en el último limbo o en la frontera más remota. Sé que la gente acusa a la Iglesia de quitarle importancia a la razón, pero es justo al revés. La Iglesia es la única en la Tierra que concede a la razón un papel supremo. La única de toda la Tierra que afirma que el mismísimo Dios está limitado por la razón.



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DOS PELÍCULAS

Coinciden en la cartelera dos películas tremendamente diferentes, pero con un fondo antropológico similar: el hombre siempre desea algo que está más allá de lo que consigue. Una producción francesa (Las chicas de la sexta planta) y otra americana (El gran año), que, a pesar de sus deficiencias, ofrecen un balance positivo que interesa entresacar.


Fotograma de Las chicas de la sexta planta



Las chicas de la sexta planta


De Francia nos llega esta coproducción con España, dirigida por Philippe Le Guay y protagonizada por Natalia Verbeke y Fabrice Luchini, a los que rodea un interesante reparto (Carmen Maura, Lola Dueñas, Berta Ojea, Nuria Solé y Sandrine Kiberlain).

Ambientada en el París de principios de los sesenta del pasado siglo, la cinta nos describe la realidad de un grupo de sirvientas inmigrantes españolas que viven en la última planta del edificio en el que sirven a familias acomodadas. El dueño del edificio, Jean-Louis Joubert, es un importante agente de Bolsa, que empieza a sentir una creciente fascinación por su criada María, por su coraje, su fuerza vital y positiva, una fascinación que le hace ir cambiando su forma de mirar la vida. Joubert descubre el mundo de las criadas, que, con unas condiciones de vida miserables, rebosan autenticidad, alegría y amistad sincera, frente al engolado culto a las apariencias de su aburguesado matrimonio.

A pesar de su tono francés en lo que respecta al relativismo moral, la verdad es que esta película es mucho más fiel a la realidad de la España del franquismo que tantas películas españolas puramente ideológicas que llegan a nuestras carteleras, como es el caso de la reciente Miel de naranjas. La descripción de esas criadas, de vida dura pero rebosantes de alegría, sincera piedad católica y lealtad solidaria, supone un retrato muy humano y real de lo que fue la emigración española de aquellos años. Es cierto que la película es pequeña, de pretensiones modestas, y con ciertas concesiones complacientes, pero el resultado es entrañable, positivo, y propone un modelo de vida en el que ser sea más importante que tener y aparentar. Además, temas como la maternidad y la paternidad están tratados de forma muy sugerente: frente a la paternidad distante y formalista de Joubert, está la maternidad de alguna criada española, llena de sacrificio y capacidad de entrega.

El gran año


El cineasta newyorkino David Frankel, curtido en la comedia sofisticada como El diario viste de Prada, Una pareja de tres o la serie televisiva de Sexo en Nueva York, cambia de registro para contarnos una historia sencilla -pero algo freak- sobre el verdadero valor de las cosas en la vida. El gran año es una adaptación del best seller de Mark Obmascik. Bostick, Harris y Stu son tres aficionados a la ornitología. Bostick piensa en sí mismo antes que en su mujer, deseosa de ser madre; Harris es un fracasado a los ojos de su padre; y Stu es un millonario empresario que sólo desea jubilarse y dedicarse a su mujer. Estos personajes tan distintos entre sí, coinciden en su ambición de ganar un concurso nacional de quién avista más aves en un año.

Uno de los méritos indudables de esta discreta, pero grata, comedia es haber contado con tres cómicos muy dados al histrionismo, Jack Black, Owen Wilson y Steve Martin, y haberles arrancado unas interpretaciones contenidas, amables e incluso emotivas. La cinta habla del sueño compartido de tres personajes absolutamente diferentes en sus vidas privadas; un sueño que les lleva a descubrir lo que realmente es más común entre ellos, su necesidad de amar y ser amados. Stu se da cuenta de que su aventura ornitológica hubiera sido imposible sin el amor y apoyo de su esposa; Harris lucha por recuperar la estima de su padre y por encontrar a una mujer que sea capaz de ver en él algo más que un excéntrico, y Bostick comprende la factura que debe pagar por anteponer sus intereses a los de su vida de pareja. La película no entusiasma, pero gusta, y aunque a veces se puede hacer pesada, con tantos guiños tipo National Geographics, es estimable.

Juan Orellana
Fuente: Alfa y Omega




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PROFESOR LAZHAR


Dirección: Philippe Falardeau.

Siempre es difícil entender por qué una joven maestra de aspecto angelical resuelve poner fin a su vida, pero aún resulta menos comprensible que decida ahorcarse en una viga de la clase para que la encuentren sus alumnos de siete años a primera hora de la mañana. Un hecho atroz sobre el que pulula una película preciosa: la canadiense Profesor Lazhar, dirigida por Philippe Falardeau, en la que la tragedia, expuesta en los primeros minutos, ejerce de punto de ebullición para hablar de muchas otras cosas relacionadas con la educación, y en la que destaca el espectacular trabajo de interpretación con los críos. 

La tolerancia religiosa, el aprecio por otras culturas, la consigna del esfuerzo, el exilio político, la necesidad (o no) de hablar de la muerte y el conocimiento del Otro están en la esencia de Profesor Lazhar, premio al guión y de la crítica en la Seminci, además de candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 2011, un tanto en la línea de las francesas “Hoy empieza todo” y “La clase”, pero con un tono menos documental y más sentimental (en el buen sentido), más emocionante. Un trabajo que no da respuestas, pero que se hace continuas preguntas, como esa que trata de diferenciar entre enseñar (transmisión de conocimientos, al parecer tarea del profesor) y educar en un modo de vida (tarea de la familia), tal y como reclama al maestro un padre no demasiado comprensivo. Desde luego, algo hemos debido hacer mal para llegar a situaciones tan sangrantes como las que se muestran, a través de una puesta en escena cargada de sutilezas. Si un profesor no le puede dar un abrazo a un alumno (tampoco una colleja), en pos de la distancia, es que algo falla, no tanto en el castigo como, sobre todo, en el abrigo. ¿La culpa? Quizá de todos: políticos, educadores, inspectores, pedagogos, padres y alumnos. Profesor Lazhar, pedagogía cinematográfica. 

PROFESOR LAZHAR 
Dirección: Philippe Falardeau. 
Intérpretes: Mohamed Fellag, Sophie Nélisse, Émilen Néron, Danielle Proulx, Seddik Benslimane. 
Género: drama. Canadá, 2011. 
Duración: 94 minutos. 

Fuente: Diariocritico



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DESTELLOS DE ESPERANZA... DESDE EL LADO OSCURO

Estamos en mala racha de estrenos. Triunfan los blockbusters dirigidos al público más juvenil, como Battleship o Los juegos del hambre. Sin embargo, llegan también cintas menores en las que es posible encontrar puntos de interés. Es el caso de las tres películas que comentamos hoy, alguna de ellas dura y para un público adulto, pero en las que también se ventilan asuntos humanos importantes y esperanzados

Escena de la película Kiseki (Milagro)

Kiseki (Milagro)

Ésta es la propuesta más amable, aunque no es la mejor película del convincente director japonés Hirokazu Kore-eda. Se trata de la historia de dos niños que sufren el divorcio de sus padres. Koichi, de 12 años, vive con su madre y sus abuelos en la ciudad japonesa de Kagoshima. Su hermano pequeño, Ryu, vive con su padre más al norte, en Hakata. Koichi sólo desea que vuelvan a estar todos juntos y, cuando se entera de que un tren bala unirá las dos ciudades, se convence de que ocurrirá un milagro cuando los dos trenes se crucen a toda velocidad. Y convence a su hermano y a algunos amigos para ir al lugar del cruce y pedir que sus deseos se cumplan.

Esta cinta obtuvo el Premio Signis y la Concha al mejor guión en el último festival de San Sebastián. Se trata de una película positiva, tierna y entrañable, que ensalza el vínculo de la fraternidad y propone una vida con ideales. Sin embargo, el desenlace es algo conformista y puede decepcionar por su falta de realismo, al presentar las decisiones finales de los niños. Es una película pausada y le sobra algo de metraje, pero la actuación de los niños (hermanos en la vida real) es tan luminosa, que consiguen llenar la pantalla cada vez que salen.

Martha Marcy May Marlene

Esta película es harina de otro costal. Sean Durkin debuta en el largometraje como director y guionista de este intenso drama sobre el mundo de las sectas. Cuenta el duro proceso que tiene que padecer la joven Martha (Elizabeth Olsen), cuando decide huir de una comunidad sectaria en la que llevaba varios años, bajo el dominio del sociópata Patrick (John Hawkes). Tras escapar, se aloja en casa de su única hermana, Lucy (Sarah Paulson), y el marido de ésta, Ted (Hugh Dancy), y la convivencia se va transformando en un infierno.

La impresionante interpretación de Elizabeth Olsen y una puesta en escena con mucho estilo contribuyen a clavar al espectador en la butaca ante este drama psicológico con aire de thriller, que no sólo retrata con precisión el perfil de un lavado de cerebro, sino que se puede leer como una inquietante metáfora de nuestra sociedad. A pesar de la dureza visual de muchos momentos, se agradece que el director no se regodee en ellos y ponga siempre en el centro el conflicto humano de los personajes.

La película va reconstruyendo algunos momentos claves de la historia de Martha en la secta. Lo que le vendieron cuando entró, era una vida en comuna, en una granja en medio de un bosque, donde hombres y mujeres conviven en una armonía rousseauniana, al margen de las servidumbres del capitalismo. Aparentemente, todo es puro, todos se ayudan y han dejado atrás el tabaco, drogas o alcohol, y todo lo comparten. Pero en realidad las chicas se van convirtiendo en esclavas psicológicas del fundador, Patrick, del que mantienen una dependencia atemorizada, incluso en el plano sexual. El film arranca cuando Martha decide escapar y refugiarse en casa de su hermana. Las heridas psicológicas son tan profundas que no le bastará escapar físicamente para lograr dejar atrás la presencia de la secta en su vida.

Si analizamos algunas de las características de Martha tras sufrir ese lavado de cerebro, nos sorprenderemos al comprobar su analogía con ciertas conductas a las que nos induce la sociedad actual, sobre todo a los más jóvenes. Por ejemplo, la ausencia de una meta de futuro, la disolución del concepto de mal -y, por supuesto, de pecado- en una explicación naturalista de todo, la desinhibición completa en cuestiones de pudor y sexo, la homologación de costumbres y conductas, la debilitación psicológica y afectiva... Evidentemente, esta analogía no debe entenderse en un sentido literal, sino metafórico, de una sociedad que nos hace creernos más libres, cuando en realidad nos ha hecho más esclavos.

Les Lyonnais

Por último, un vigoroso thriller francés de Olivier Marchal, que adapta las memorias de Edmond Vidal, un delincuente que tuvo en jaque a la policía francesa en los setenta, al encabezar el clan de Los Lioneses. La película cuenta una historia muy clásica: delincuente en el pasado, que se ha convertido en el presente en un hombre afable, buen marido y buen padre. Pero ocurre algo que le obliga a decidir si seguir siendo un ciudadano honrado, o desenterrar su lado villano. Lo bueno de esta cinta es que, siendo poco original, bastante violenta y de puro género, da prioridad a los conflictos morales y dramáticos de los personajes, gracias a unos actores descomunales, como Gerard Lanvin. La cinta recuerda mucho a El Padrino, no sólo por ciertas situaciones, sino por su exaltación de los códigos de la lealtad y del honor. El protagonista nunca olvida dónde está el bien y dónde el mal.

Juan Orellana
Fuente: Alfayomega
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INTOCABLE

Llega a España, tras un éxito sin precedentes en Francia, la película Intocable, de Eric Toledano y Olivier Nakache, basada en una historia real. Philippe (François Cluzet) es un multimillonario parisino que ha quedado tetrapléjico tras un accidente de parapente. Contrata como enfermero y cuidador a Driss (Omar Sy), un senegalés barriobajero y delincuente que supone el contrapunto existencial que Philippe buscaba. De su atípica relación va surgiendo una amistad que les va a humanizar paulatinamente a los dos.



Esta hilarante comedia no es del todo original, ya que recuerda a otras cintas como las francesas El mundo de Marty (Denis Bardiau, 2000), o la más popular La escafandra y la mariposa (Julian Schnabel, 2007), también inspirada en hechos reales. Sin embargo la frescura de su puesta en escena, su desinhibición, y su acertada combinación de humor y ternura la convierten en una cinta especial.



A pesar de su optimismo antropológico, la película es muy francesa en su relativismo y en su ausencia de reflexión profunda sobre el sentido de una vida amputada. Sin embargo, propone el amor como sanación, alaba la responsabilidad sobre la propia vida y exalta el valor de la diferencia.





Fuente: Alfayomega




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LOS JUEGOS DEL HAMBRE: ¿CUÁNTO NOS FALTA PARA EL RETORNO DE LOS GLADIADORES?
Hace más de 70 años que doce distritos se rebelaron contra el Capitolio: sofocada la revuelta, y para que nunca olviden el precio de la paz, cada distrito debe enviar anualmente a un chico y una chica adolescentes. Reunidos los 24 jovencitos, deberán matarse entre ellos bajo la mirada omnipresente de las cámaras, que lo retransmiten todo: sólo puede quedar uno, que recibirá honores.

Algunos chavales llegan por sorteo. Otros se han entrenado en el uso de armas y en técnicas de supervivencia y se presentan voluntarios. Katniss, buena arquera después de años como cazadora furtiva, se presenta sustituyendo a su indefensa hermanita.

En los libros la acción avanza vista desde los pensamientos de la protagonista, a la vez dulce y fuerte, que en un principio se niega a deberle nada a nadie, y sólo al final aprende a acoger el don, a recibir las cosas como regalos, no como deudas, a vivir la gratuidad. La chica que desprecia el matrimonio o tener hijos, acabará apreciándolo (muy al final).

En la película, que recoge sólo el primer libro, la acción la vemos "desde fuera", y eso hace que se centre en los aspectos sociológicos, una descripción rápida de la sociedad que ha resucitado los juegos de gladiadores. Con críos de 12 años.

"El Capitolio" es el nuevo imperio. Usa toda la parafernalia de la vieja Roma (desfiles de carros de caballos, por ejemplo) y también la de los modernos medios de comunicación de masas. El locutor-estrella Claudius entrevista uno a uno a "los que van a morir", entre risas y aplausos. Es la banalización de la muerte y el mal.

El organizador de los juegos se llama Séneca. ¿Casualidad? El Séneca del s.I, hispano contemporáneo de Cristo, virtuoso estoico maestro de Nerón, despreciaba los juegos de gladiadores sólo por razones estéticas y elitistas, no morales, como recordaba un artículo de ForumLibertas. En sus "Cartas morales a Lucilio", sólo se queja de que los luchadores llevan poca protección: es poco emocionante.


En su interesantísima novela futurista Cyclus Apocalypticus, José A. Fortea explica como en sólo 6 generaciones la sociedad vuelve a los juegos de gladiadores y otras crueldades propias de la antigua Roma (...). Por un lado, el público quiere emociones fuertes. Primero se retransmiten ejecuciones. Después, se pregunta al criminal condenado si prefiere morir luchando, quizá salvándose si lucha bien. Se retransmite desde un país pequeño y exótico, pero luego -audiencias mandan- lo acepta todo el planeta.

En este sentido, Suzanne Collins, quizá carga las tintas en sus novelas contra el poder político... aunque la película muestra muy bien que el pueblo, la plebe, pide sangre, pero bañada en glamour. ¡Lo que quería Séneca (el histórico y el de la novela)!

Queda claro que "el Capitolio" tiene más poder que el viejo Imperio Romano: aquí no hay donde huir, con su tecnología moderna todo lo controla, implanta chips bajo tu piel para seguirte, en la "arena", el "circo" virtual, puede generar todo tipo de horrores. Juega con cosas que deberían pertenecer a Dios, como la libertad, la vida y hasta la esperanza: ¡por eso permiten que un luchador viva al final!

La pregunta, pues, es ¿cuánto nos falta para llegar a este imperio, que repite el romano pagano, pero peor, porque tiene más control y tecnología? Prácticas romanas que el cristianismo cercó hasta su mínima expresión, como el aborto, el horror a la fecundidad y el sexo hedonista (homosexual incluido) ya han vuelto, son legales y hasta se pretende enseñarlas en las escuelas como virtuosas. Los cristianos, que se oponen a ellas, son vilipendiados una vez más.

GladiadoresOtras similitudes aún están en proceso: el poder político se hace incuestionable (si no hay Dios, el poder establece todo: el bien, el mal, la libertad, etc...) y ya hay "bioeticistas" que defienden el infanticidio (común con niños enfermos en Holanda, por ejemplo). El filósofo Séneca tampoco veía mal deformar a los bebés para mendigar con ellos o crear así monstruos divertidos para el espectáculo.

Es curioso que en "Danza de Dragones", la muy vendida última novela de G. R.R. Martin, de la saga "Canción de Hielo y Fuego", el tema reaparece: países en los que se han abolido los combates a muerte de gladiadores, piden por activa y por pasiva que por favor se vuelvan a legalizar. Lo pide el pueblo, los empresarios, los gladiadores profesionales, los que creen que así hallarán fortuna... ¡Siempre hay buenas razones para matar, económicas sobre todo!

Combate de "MMA", muy popular en cada vez más paísesComo los israelitas en el desierto, nuestra cultura de la comunicación de masas mira al pasado, volver a la esclavitud "en la que nos divertíamos más". Emociones más fuertes. En Juego de Tronos, más tetas. En las series de gladiadores de la HBO (Roma, Espartaco), más violencia. Incluso en "Los Juegos del Hambre", ¿no está el morbo en ver cómo se matan niños de 12 años? (Yo no dejaría ver esta película a nadie con menos de 14 años). ¿No es perturbador ver como un grupo de alegres adolescentes, una pandilla bien avenida, armada hasta los dientes, cazan y persiguen a sus presas entre bromas?

Quizá los poetas son profetas. Martin y Collins y cierta literatura fantástica nos avisan: un nuevo Imperio cruel y esclavista está a las puertas, que no otorga ningún sentido a la vida y sólo quiere entretenimiento, dosis cada vez más crueles. Al anterior imperio sólo lo humanizó la moral judeocristiana, no estoicos como Séneca. ¿Qué queda para frenar a este?





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Los juegos del Hambre


Público recomendado: Jóvenes

En una Norteamérica post apocalíptica se alza la nación de Panem, un estado sometido a un régimen dictatorial dominado por el presidente Snow (Donald Sutherland), un político absolutamente falto de escrúpulos que ostenta el poder desde el opulento Capitolio donde reina la frivolidad más absoluta, todo se permite por el placer y la belleza. Debido a una rebelión de los distritos en los que se divide el país contra el poder se estipula que cada año se televisen unos juegos a muerte para los que se eligen al azar dos jóvenes de cada uno de los distritos, un chico y una chica, de entre doce y dieciocho años. El día de la selección, llamado día de la “cosecha”, una chica del distrito doce, Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) se ofrece voluntaria como tributo para salvar a su hermana de doce años de ese fatal destino. 


El director Gary Ross (Plesantville) nos trae la adaptación del aclamado libro del mismo título de la autora Susan Collins que además co-escribe el guión, de una forma que no defraudará a los fans de los libros, junto al propio Ross y con ayuda del guionista Billy Ray (La guerra de Hart). En esta adaptación se deja traslucir la falta de experiencia de Ross en los films de acción. No se debe abusar de la técnica de cámara en mano pero el la mantiene así durante la mayor parte de la película y esto marea y distrae de los acontecimientos. Es una pena porque esto hace que otros muchos elementos queden deslucidos, como la fotografía y por supuesto el reparto estelar. 

Este reparto está encabezado por la nominada a un oscar Jennifer Lawrence (Winter’s Bone) a la que acompaña un protagonista masculino a su altura como es el joven Josh Hutcherson (Zathura) interpretando a Peeta el tributo masculino del distrito doce. El triángulo protagonista lo completa un Liam Hemsworth (La última canción) en segundo plano y con una actuación pobre e inexpresiva, que no extraña teniendo en cuenta sus anteriores trabajos, como Gale el mejor amigo de Katniss. Sorprendente por buena la aparición de Lenny Kravitz (Precious) como Cinna el estilista de la protagonista en los juegos. Pero sin duda la verdadera estrella, la actuación que ilumina la película es la de Woody Harrelson(El escándalo de Larry Flynt) que pone el toque de humor y a la vez es el símbolo de lo decadente de la sociedad superficial del capitolio contra el pueblo oprimido y clava su papel de mentor borracho de Katniss y Peeta. 

No se abusa de la violencia tan presente en los libros sino que se usa como un recurso narrativo para mostrar las barbaridades de una dictadura y la capacidad humana de lo más elevado y lo más bajo en situaciones limite. Se incide mucho en las motivaciones de los personajes, el poder, la seguridad, ira, odio, miedo… Sobre todo miedo pero mira más allá y muestra también la esperanza por algo mejor; y la compasión y la fortaleza de la protagonista transmiten un importante mensaje a lo largo de la película. Los fallos, más técnicos que otra cosa, deslucen la obra maestra que esta película podía haber llegado a ser.

Ficha técnica:
(The Hunger Games, EEUU, 2012)
Director: Gary Ross
Interpretes principales: Jennifer Lawrence, Josh Hutcherson, Liam Hemsworth, Woody Harrelson, Elizabeth Banks, Donald Sutherland, Lenny Kravitz, Stanley Tucci.

Distribuidora: Warner Bros.

Duración: 142 min.



A propósito de “El Havre” de Aki Kaurismäki

En un momento en el que gran parte de las imágenes cinematográficas se encuentran condicionadas por la necesidad de sorprender al espectador con la fascinación que suponen los efectos especiales, o el sometimiento a un ritmo frenético en el desarrollo de los acontecimientos, marcado por la semejanza con las imágenes televisivas, es de agradecer la aparición de una película como “Le Havre”, dirigida en 2011 por Ami Kaurismaki.

Es algo sabido que el cine de este director finlandés se caracteriza por la sencillez técnica y narrativa, pero en esta ocasión nos encontramos que estos dos elementos se aplican de manera radical; si la historia de este pequeño grupo humano nos trasmite la cotidianeidad de sus vidas (el trabajo, la vida familiar, el contacto con los vecinos, el deambular por las calles, el dolor de la enfermedad), el director nos la presenta con una parquedad de medios técnicos, sin alardes sorprendentes, buscando lo esencial que debe ser percibido por el espectador.

La misma estructura narrativa se conforma con contarnos los pasos sucesivos que viven los protagonistas sin buscar factores sorprendentes; no podemos dejar de lado la sencillez (una vez más) con que se interrelacionan todos ellos en torno a la figura de Idrissa, el emigrante y a la enfermedad de Arletty.

Pero la película no se queda en estos meros elementos formales (aun siendo importantes), sino que va más allá y nos presenta un tema singular en la sociedad actual: la solidaridad. Es llamativo que Kaurismäki más que personajes nos presenta auténticas personas, seres agobiados por los problemas (la lucha por el trabajo, las dificultades económicas, la enfermedad, la emigración) y que, sin embargo, actúan con una claridad de ideas en su apoyo a los demás. Porque es la solidaridad el elemento que mejor define a estas personas, de forma que cuando aparecen en sus vidas los dos elementos que hemos comentado antes (la dolencia de Arletty e Idrissa y su deseo de llegar a Londres) los cuales podrían romper su forma de vida, no dudan en actuar en apoyo de los demás.

Alguien podría pensar que el director está realizando una obra fantasiosa, casi de un cuento de hadas, pero yo prefiero pensar que él afronta el reto (sobre todo ante una sociedad presidida en gran parte por el egoísmo) de defender la solidaridad, el apoyo ante los problemas, la búsqueda del otro como factor que da sentido a nuestras vidas.


Es llamativo que esto se nos ofrece no sólo en el caso de los protagonistas (la sencillez de las flores que Marcel lleva a su mujer o la colaboración del propio emigrante a la vida cotidiana), sino que los personajes secundarios adquieren un protagonismo cada vez mayor conforme los problemas se van radicalizando; la ayuda de los vecinos, el apoyo de los usuarios del bar, hasta la misma contribución del comisario para encontrar una solución a los problemas son elementos que nos ofrecen una reflexión sobre una vida en la que pensemos y contemos con los demás. Con este planteamiento no nos puede extrañar el sorprendente final que nos reafirma en esta defensa de la solidaridad humana y nos invita a mirar hacia los demás.

Angel Luis Hueso 


EL HAVRE (2011). Director y guión: Aki Kaurismäki. Fotografía: Timo Salminen. Montaje: Timo Linnasalo. Intérpretes: André Wilms (Marcel Marx), Blondin Miguel (Idrissa), Kati Outinen (Arletty), Jean-Pierre Darroussin (comisario Monet) , Evelyne Didi (Ivette, la tabernera).