martes, 25 de septiembre de 2012

¿ES DIOS EL AMIGO IMAGINARIO DE LOS DÉBILES?

Los ateos a menudo se jactan de no necesitar teorías religiosas que les consuele. Por lo general, difunden la idea de que son intelectualmente superiores a los que tienen fe en Dios, el "amigo imaginario", que aplaca la angustia de los débiles, que se sienten temor y descontento frente a la muerte.

Cínicamente, muchos dicen: "Yo tengo una cierta envidia de los que tienen fe ... pero, por desgracia, no logro creer"; en realidad, están diciendo: "Reconozco que la ingenuidad y la capacidad de creer en fábulas sobrenaturales tiene sus ventajas, pero prefiero ser racional hasta el final y enfrentarme a las cosas tal y como son, por dura que sea la realidad." O sea, que debes de ser superpragmáctico, meeegavaliente y realista que te pasas.

Hay una película que expresa esta idea: "Increíble pero falso" (The Invention of Lying (2009)). La comedia muestra un mundo ficticio en el que todos desconocen el concepto de mentira, son radicalmente honrados y dicen siempre la verdad. Hasta el día en que un hombre, Mark, descubre las ventajas de la mentira. Frente a su madre agonizante, desesperada por el hecho de que dejará de existir, él se inventa una historia acerca de una vida feliz y eterna después de la muerte. Et voilà, acaba de crear la primera religión de la historia (para ver esta escena, pincha aquí).

Es cierto que muchos son ateos convencidos hasta que la guadaña de la Muerte les acaricia la garganta, momento en que se ponen a rezar con devoción el Padre Nuestro y el Ave María. Y esto es confirmado por un estudio realizado este año por una universidad en Nueva Zelanda: pensar en la muerte conduce a los ateos a vacilar en su incredulidad.

Sin embargo, es muy superficial decir que la percepción religiosa de la humanidad nace del miedo a la muerte. ¡No! La percepción de un Ser todopoderoso que creó la realidad y del cual dependemos proviene de una intuición original del ser humano. Es elemental: miramos el mundo, vemos la belleza y el ingenio de las cosas, la diversidad y el sabor de la comida, el cosmos ... Y todo parece seguir un orden, una lógica... El mundo parece haber sido hecho como para favorecernos, como para posibilitar nuestra existencia.

¿Quién pensó el universo? ¿Quién me hizo? ¿Quién proyectó el mundo? ¿Quién me dio estas cosas? Porque nací para ver y experimentar y amar tantas cosas buenas, si todo es tan frágil, si voy a ser privado de todo esto en cualquier momento y para siempre?



Para explicar mejor, vamos a provocar la imaginación. Supongamos que estamos naciendo, a punto de abandonar el vientre de nuestra madre, pero con la conciencia de jóvenes o adultos que tenemos ahora mismo. ¿Cuál sería el primer sentimiento, nuestra primera reacción al ver el mundo? Si abriese los ojos por primera vez, en este momento, al salir del vientre de mi madre, me sentiría embelesado por las cosas que veo. Las cosas que están presentes allí y no se hicieron por mí, sino que son un DON, me las ha dado un "otro", alguien misterioso.

Quien no cree en Dios no puede tener excusas, dijo San Pablo en la Carta a los Romanos (cf. Rm 1,19-21), porque rechaza esta experiencia única de percibir un "otro" que hizo las cosas y me ha hecho. El niño vive sin darse cuenta de ello, ya que aún no es totalmente consciente, pero el joven y el adulto que niegan esta realidad son menos que un niño, están atrofiados.

Así que no hay talante más retrógrado que una presuntuosa actitud científica hacia la religión o el ser humano. El ímpetu religioso de los creyentes no surgió del miedo; el primer sentimiento de la gente frente a la realidad no es miedo, sino una atracción por las cosas. La religiosidad es, en primer lugar, la afirmación y el desarrollo de la atracción de las personas hacia la vida, la belleza de la existencia. Sólo entonces viene el temor a que estas cosas desaparezcan.

Desde lo alto de su arrogancia y vanidad, es muy fácil para los ateos decir que Dios es un amigo imaginario, inventado para aliviar el sufrimiento de los débiles, pero la evidencia histórica muestra que él es un ser naturalmente "percibido" por la razón humana.

Las religiones en general y el contenido que predican, en su mayor parte, son más bien el resultado de la imaginación humana. Sus mitos y preceptos reflejan el esfuerzo humano por construir puentes precarios para alcanzar el infinito, como en el episodio de la Torre de Babel (con las excepciones, por supuesto, del judaísmo y el cristianismo, cuya fuente es una Revelación). Sin embargo, la esencia de todas ellas, es que la creencia en Dios está por encima de todo esto. Dios no es el fruto de la imaginación: es un ser reconocido de forma espontánea por la razón humana, en todos los tiempos y culturas. Y hasta los ateos lo saben:

"Toda la humanidad sigue una religión o cree en un ser o fenómeno trascendente que da sentido a la existencia. (...) Todas los pueblos que han dejado registros expresaron la creencia de que sobrevivirían a la descomposición de sus cuerpos”. Drauzio Varella (en su artículo "intolerancia religiosa"

Tenemos que respetar y orar por aquellos que, por alguna extraña razón, sufren de un bloqueo que les impide reconocer lo que incluso los trogloditas de los tiempos del uga uga habían reconocido: la trascendencia.

Lo que tenemos que entender claramente es que si Dios no existiera, la conclusión del físico Stephen Hawking sobre la nada después de la muerte sería correcta... Y en ese caso, nuestras vidas tendrían tanto valor como un ordenador que un día se transformará en chatarra, o como un pollo destinado a convertirse en nuggets.

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Varias partes de este artículo son cortes de un texto del padre Luigi Giussani, que aparecen en el capítulo X de su libro "El sentido religioso" (Luigi Giussani. El sentido religioso).

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Fuente: OCatequista

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