Una de las grandes bazas con la que cuenta la
Iglesia en orden a una nueva evangelización es lo que podríamos llamar el
fenómeno carismático. Este se compone de la Renovación Carismática como tal y
otras comunidades, grupos, predicadores que obedecen a carismas particulares o
simplemente van por libre. Todo este conjunto constituye una fuerza espiritual
nada desdeñable por una serie de razones que vamos a explayar.
El fenómeno carismático existe en todas las
Iglesias y denominaciones cristianas del mundo. Este hecho hace que
ecuménicamente sea un movimiento de enorme importancia. En las Iglesias
ortodoxas orientales, aunque se da el movimiento carismático, le es más difícil
penetrar ya que son tradicionalmente más rígidas Un carismático católico y un
evangélico o anglicano renovados, pueden hacer oración y juntarse para hacer
cosas en común sin ninguna dificultad. Es mucho más lo que tenemos en común que
lo que nos separa.
La identidad carismática básica viene de una
experiencia viva de Pentecostés. Como nos cuentan los Hechos de los Apóstoles y
otros escritos del principio, los cristianos primitivos se imponían las manos
para que se les hiciera experimentable
el don recibido en Pentecostés. De alguna forma, este gesto junto con la
Palabra fueron los sacramentos iniciales que crearon las comunidades cristianas
donde se comenzó a partir el pan como centro del culto. De esta forma el
Espíritu Santo renovaba el recuerdo salvífico de J.C. y lo hacía extensible
cada vez a mas miembros nuevos.

Ese día
de enero un pastor daba una catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles. Entre
los oyentes había una chica llamada Inés que se levantó, se puso en medio de la
sala y pidió al pastor que orará sobre ella tal como lo narra el libro sagrado.
El pastor le impuso las manos y ahí empezó todo. Tanto Inés, como sus
compañeros y como miles y miles después sintieron un cambio de vida y sucedió
en ellos la experiencia del Espíritu rubricada por la oración en lenguas. La
novedad que esto significó no pudo ser asimilada por las iglesias tradicionales
que los expulsaron formando ellos una nueva iglesia que se llamó Pentecostal. A
partir de los años cincuenta, era tan grande la multitud, que fueron siendo
admitidos por las diversas iglesias. En la Católica su irrupción data de 1967.
Hoy en día es entre nosotros, los católicos, donde esta corriente del Espíritu
más floreciente está.
Sigue siendo un fenómeno incomprendido aunque
no residual porque su influencia en el cambio de espiritualidad, en los gestos,
en los cantos y en todo el talante católico es más que visible. He tenido la
dicha de ver cómo los cuatro Papas que han coincidido con esta corriente
espiritual la han reconocido y elogiado con grandes muestras de agradecimiento,
cosa que no se puede decir de la mayoría de cardenales, arzobispos, obispos y
sacerdotes, lo cual no está fuera del designio divino, ya que así, ha podido
crecer en profundidad en medio de la catacumba y la pobreza, con un trato a
veces rayando la persecución. Pastores no ha tenido muchos, pero suficientes
para estar entroncada en lo más vivo de la Palabra y de la Tradición.
Fuente: ReL
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