En 1759 escribió Del gran medio de la oración, un librito "que él consideraba el más útil de todos sus escritos". En él describe la oración como "el medio necesario y seguro para obtener la salvación y todas las gracias que necesitamos para conseguirla".
Al decir que la oración es un medio, "nos recuerda el fin a alcanzar": Dios. San Alfonso acuñó una máxima muy sencilla para comprenderlo: "Quien reza, se salva; quien no reza, se condena". Y decía él mismo: "Salvarse sin rezar es dificilísimo, más bien imposible... pero rezando, salvarse es algo seguro y facilísimo". E insistía: "Si no rezamos, no hay excusa, porque la gracia de orar se le da a todos"; luego "si no nos salvamos, toda la culpa será nuestra, porque no habremos rezado".
"Se nos invita", dice ya el Papa, "a no temer recurrir a Él y a presentarle con confianza nuestras peticiones, con la certeza de obtener aquello de lo que tengamos necesidad... Sólo mediante la oración podemos acogerle a Él y a su gracia, que, iluminándonos en todas las situaciones, nos hace discernir el bien del mal y, fortificándonos, hace eficaz también nuestra voluntad, esto es, la hace capaz de llevar a la práctica el bien conocido".
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ORACIÓN DE LA CONFIANZA
Señor,
cuando mi alma esté dormida
a los dones eternos,
despiértame el deseo de tu amor.
Cuando mi corazón sea prisionero
de aficiones mezquinas,
levántame hasta Ti.
Cuando esté poseído de orgullo
o amor desordenado de mí mismo,
dame el conocimiento
de mi gran pobreza.
En lugar de éxtasis o raptos
pon en mi oración la confianza
sencilla del necesitado.
En vez de unión de las potencias
dame la gracia de no pensar,
buscar ni desear
sino lo que sea
de tu divino agrado.
Amén
San Alfonso M. de Ligorio
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