
Con los nervios a 1000 por hora, se enfada con Dios y con el mundo, pensando en las llaves, los documentos, las tarjetas, el teléfono… Ni “cómo”, ni “cuándo”, ni “dónde”; lo que le preocupa más es “por qué” le sucede esto a ella, que ya tiene bastante con sus luchas diarias. Las calles de Lugo observan los pasos “zombis” de Tatiana y la siguen hasta la Catedral. Entra.
En un acto casi instintivo y de derrota humillante, se planta ante el Santísimo. En el fondo, sabe que lo sucedido es una tontería. Que los verdaderos males del mundo son otros. Que le sobran motivos para dar gracias a Dios. Pero es mujer y no logra desconectar: denuncia en comisaría, cambio de cerraduras, aviso en el banco… En plena “empanada” mental, siente que le piden cerrar los ojos. Tatiana obedece como quien no tiene ya nada que perder.
¿Qué pinta allí? Miles de cosas por hacer… ¿y se le ocurre sentarse en un banco de la Catedral? ¿Qué broma surrealista es esta? En una de sus largas miradas a Jesús Sacramentado logra darse cuenta: “No seas tonta, Tati, si no hubieras perdido nada, me hubiese quedado sin tu compañía. ¡Tengo tanta sed de ti…!” Tatiana renunció a su papel de Dama de hierro-doña perfecta y supo que todo aquello tenía sentido: “Perdón, Señor. Gracias por encontrarme.”
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Custodia con Santísimo - catedral de Lugo |
Pero las cosas no suelen terminar ahí. Y menos las de Dios. Tatiana llegó a su aldea como la “Anduriña” de Junior y Juan Pardo. Su abuela, medalla de plata en experiencia y oro en retranca le enseñó el bolso: “Mandouno onte teu pai no Alsa. Quedárache na casa”.
Manuel A. Blanco Vázquez, Director de Comunicación
Fuente: En Blanco
Fuente: En Blanco
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