lunes, 20 de agosto de 2012

LAS IMÁGENES (DE FE) MÁS BELLAS DE LONDRES 2012

El domingo 19 de agosto de 2012 pude ver la película "Carros de fuego" (Reino Unido, 1981), un clásico del cine mundial. La música de esta película estuvo presente a lo largo de las olimpiadas de Londres 2012 (y de hecho fue parte de la genial intervención cómica de "mister Bean" en la innauguración de los Juegos Olímpicos).


Un corredor de atletismo saca la Biblia tras ganar una de las competiciones.


El contexto de "Carros de fuego" son una olimpiadas (las de París 1924) y en la película está muy presente el elemento cristiano, concretamente en uno de los atletas (especialmente conmovedora la escena donde el corredor estadounidense le da, antes de comenzar la carrera de los 400 metros, un papel que dice: "El que honra a Dios, Él lo honrrará"). El factor fe también hizo acto de presencia en las olimpiadas de Londres 2012. Ciertamente no es lo que más ha destacado en la prensa pero ha sido una constante. En este breve post quiero rescatar algunas "escenas" de fe que por su belleza y valor vale la pena recordar.

A continuación cada una de las imágenes. No son todas las que deben ser pero al menos es una selección buena, representativa y rápida:


David Rudisha, keyata, ganador del oro olímpico en 800 metros con su entrenador: un religioso católico de origen irandés: el hermano Colm O´Conell.


Selección brasileña de volibol femenino ganó el oro y luego rezo el "Padre Nuestro" en equipo.

Pocos saben que Bolt es católico. En la imagen con una medalla de la Virgen.

Seminarista de la arquidiócesis de Barcelona y jugador de la selección española de hockey hierba.


Ganadora de dos medallas olímpicas que luego fueron ofrecidas a la Virgen de Montserrat.


Una gimnasta con una imagen de la Virgen en las manos.


Imagen que dio la vuelta al mundo: la ganadora olímpica de los 5.000 metros saca la imagen de otra gran campeona de la vida y de la fe.


Por último, quizá han oído hablar de Óscar Pistorius, un corredor sudafricano que tiene amputadas las dos piernas. Corrió en una de las finales de atletismo en Londres 2012. Hay un video que grabó para NIKE. En el minuto 2.09 hay un versículo de las cartas de san Pablo que está escrito en sus espaldas: "yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes en el vacío, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado" (1 Corintios 9, 26-27). Pistorius es protestante.



En este post no se trata de "canonizar" a ningún deportista sino de hacer notar cómo la fe sigue siendo muy relevante en la vida de las personas, incluso de deportitas famosos o campeones.

J. Enrique Mújica
Fuente: ReL

jueves, 16 de agosto de 2012

DIOS ES MÁS GRANDE QUE ELVIS

¡¡Hola pueblo de Dios!!

Con motivo del 35º aniversario de la muerte del “King” Elvis Presley, hoy hablamos de un documental, "Dios es más grande que Elvis." Ya lo sé, un mucha gente tuerce la cara a los documentales, imaginándose un tremendo coñazo, pero este está muy bien. Y fue uno de los candidatos al Oscar del año pasado al mejor cortometraje (sí, los milagros suceden, y la Academia, a veces, acierta).

Esta es una pequeña obra de arte, en todos los sentidos. Antes de que nadie piense que la película habla de rock and roll o de la ascensión de Elvis Presley al cielo (si hay gente capaz de fundar una iglesia para Maradona, hay otros que creen en el “altísimo” Elvis). En realidad, el documental cuenta la vida de la Hermana Dolores Hart.

Esta increíble mujer era actriz en Joliwú y, entre 1957 y 1962, hizo una decena de películas, trabajando junto a la gente de la talla de Karl Malden y Montgomery Clift. Sin embargo, su nombre quedó conocido, ya en aquellos tiempos, por trabajar en dos películas con Elvis "La Pelvis": "Loving You" y "King Creole".

Pero Dolores escuchó a Nuestro Señor, y cuando Dios habla, que se calle todo el mundo. A los 25 años, en la cúspide de su belleza, después de haberse hecho una prueba para el vestido de novia (tenía la boda marcada), bien de pasta y con potencial para convertirse en una Marilyn Monroe, Dolores Hart lo dejó todo y se fue a ser una monja benedictina . Hoy en día ella es la Madre Priora en la Abadía de Regina Laudis (una granja en Connecticut, la única de su tipo en los EE.UU.), y no se arrepiente un solo segundo del rumbo que dio a su vida.

La Madre Dolores es de esas personas que me dan la seguridad de que hay gigantes caminando entre nosotros y que realmente somos, al menos en nuestra mayoría, gusanos despreciables. ¿Quién abandona la fama, el amor (en el sentido carnal) y el dinero hoy en día?

Es fantástico ver como la belleza de la hermana Dolores se mantiene intacta a los 73 años de edad. Dios está con ella.

Creo que una de las historias de amor más hermosa que jamás haya visto en la pantalla está en este documental: su antiguo novio, Don Robinson, nunca salió de su lado. Y eso que lo intentó. Como él mismo cuenta, tuvo otras novias, pero nunca se casó. Él vivió su amor como pudo, era amigo de la hermana Dolores, y la visitó hasta el día que fue llamado por el Señor. Don murió poco después de acabar la grabación de este documental.

Dolores Hart (Fuente: teinteresa.es)

Trata de conseguir - por cualquier medio legal, por supuesto ;) -este DVD. Si hay algo realmente bueno siendo hecho, una de las responsables actualmente es la hermana Dolores Hart.



Fuente: O Catequista

lunes, 13 de agosto de 2012

EL GRAN PECADO

No hay falta alguna que haga a una persona menos popular, ni falta alguna de la que tengamos menos conciencia en nosotros mismos. Y mientras más la tenemos en nosotros, más nos disgusta en otros.

El vicio del que estoy hablando es el de la Soberbia u Orgullo; y la virtud opuesta a ese vicio, en la moral cristiana, es llamada Humildad. Podrán recordar, cuando hablaba acerca de la moral sexual, que les previne de que el centro de la moral cristiana no estaba ahí. Bien, ahora hemos llegado al centro. De acuerdo a los maestros cristianos, el vicio esencial, el vicio extremo, es la soberbia. En comparación con ella, la falta de castidad, la ira, la codicia, la ebriedad, y todo eso, son bagatelas: fue a través de la soberbia que el demonio llegó a ser el demonio; la soberbia lleva a todos los demás vicios; es el más completo estado de mente anti-Dios.

Fuente: Manel Palencia

(...) Si quieres descubrir cuán soberbio u orgulloso eres, el camino más fácil es preguntarse, “¿Cuánto me disgusta cuando otras personas me tratan con arrogancia, o rehúsan tomarme en cuenta, o me pasan a llevar, o me tratan con aire condescendiente, o son ostentosos?” (...) Ahora, lo que debe quedar muy claro es que la soberbia, el orgullo, son esencialmente competitivos -son competitivos por su naturaleza misma-, mientras los otros vicios solamente son competitivos, por así decirlo, por accidente. La soberbia no obtiene placer en la posesión de algo, sino tan sólo en el poseer más de ese algo que el vecino. (...) Si todos llegaran a ser igualmente ricos, o inteligentes, o atractivos, no habría nada por que sentir orgullo. Es la comparación lo que hace orgulloso: el placer de estar por sobre los demás.

Una vez que desaparece el elemento de competencia, desaparece el orgullo. Tal es la razón que me lleva a decir que el orgullo, la soberbia, son esencialmente competitivos en un sentido en que no lo son los demás vicios. El impulso sexual puede llevar a dos hombres a competir si ambos desean a la misma mujer. Pero eso sólo sucede por accidente; igualmente podrían haber deseado a dos mujeres diferentes. Pero un hombre soberbio te quitará a tu mujer, no porque la desea, sino simplemente para probarse a sí mismo que es más hombre que tú. La codicia puede llevar a competir a las personas, si no hay suficiente para todos; pero el hombre soberbio, incluso cuando ya tiene más de lo que podría desear, tratará de obtener más tan sólo para imponer su poder. Casi todos aquellos males que la gente achaca a la codicia o al egoísmo, realmente son, en mucho mayor medida, resultado de la soberbia.


Tomemos el dinero, por ejemplo. La codicia por cierto hará desear dinero, para lograr una casa mejor, mejores vacaciones, mejor comida y bebida. Pero sólo hasta cierto punto. ¿Qué hace que un hombre que gana diez mil libras al año esté ansioso por obtener veinte mil? No es la codicia por más placer. Con diez mil libras se podrá conseguir todos los lujos que una persona puede realmente utilizar. Es la soberbia, el deseo de ser más rico que otras personas ricas, y (más aún) el deseo de poder. Porque, evidentemente, es el poder lo que realmente complace a la soberbia; nada hace sentirse a las personas tan superiores a otras como poder manejadas como soldaditos de juguete. ¿Qué hace que una mujer esparza desdicha dondequiera que va, en el afán de coleccionar admiradores? Ciertamente no su instinto sexual; ese tipo de mujer a menudo es frígida. Es la soberbia. ¿Qué hace que un dirigente político o toda una nación insistan en más y más demandas? Nuevamente la soberbia. La soberbia es competitiva por su naturaleza misma: es por ello que no se detiene nunca. Si soy un hombre soberbio, entonces, mientras haya un solo hombre en todo el mundo más poderoso, más rico o más inteligente que yo, será mi rival y enemigo.

Los cristianos tienen razón: es la soberbia lo que ha sido la principal causa de desgracia en toda nación y en toda familia desde comienzos del mundo. Otros vicios pueden, ocasionalmente, juntar a la gente: puede encontrarse buena camaradería y bromas y amistad entre borrachos o gente poco casta. Pero la soberbia siempre significa enemistad, es enemistad. Y no sólo enemistad entre hombre y hombre, sino enemistad con Dios.

En Dios se encuentra uno con alguien que es en todo aspecto inconmensurable mente superior a uno mismo. A no ser que se reconozca a Dios en esa forma -y, por lo tanto, se reconozca uno mismo como nada en comparación-, no se conoce a Dios en absoluto. Mientras se es soberbio, no se puede conocer a Dios. Un hombre soberbio siempre está teniendo en menos, mirando hacia abajo a las personas y las cosas; y, por supuesto, mientras uno esté mirando hacia abajo, no puede ver lo que está por sobre uno.


Esto hace surgir una terrible pregunta: ¿cómo es que personas a las que obviamente carcome la soberbia pueden decir que creen en Dios y sentirse muy religiosas? Temo que ello signifique que adoran a un Dios imaginario. En teoría admiten no ser nada en la presencia de este Dios quimérico, pero en realidad están todo el tiempo pensando en cómo El las aprueba y las cree mejores que las personas comunes; esto es, pagan unos peniques de humildad imaginaria a este Dios, y obtienen de vuelta una libra de soberbia dirigida a sus semejantes. Supongo que a esta gente se refería Cristo cuando dijo que algunos predicarían sobre El y expulsarían a los demonios en Su nombre, sólo para encontrarse al final de los tiempos con que El no los conocía. Y cualquiera de nosotros puede estar en cualquier momento en esta trampa mortal. Por suerte, tenemos una prueba. Siempre que nos encontremos con que nuestra vida religiosa nos está haciendo sentir que somos buenos -sobre todo mejores que otras personas-, creo que podemos estar seguros de que está operando en nosotros no Dios, sino el demonio. La verdadera prueba de estar en la presencia de Dios es que uno o se olvide totalmente de uno mismo, o se vea como algo pequeño y sucio. Es mejor olvidarse completamente de uno mismo.

Es una cosa terrible el que el peor de todos los vicios pueda meterse de contrabando en el centro mismo de nuestra vida religiosa. Pero podemos ver por qué sucede. Los otros vicios, que no son tan malos como la soberbia, provienen del demonio que opera en nosotros a través de nuestra naturaleza animal. Pero la soberbia viene directamente del Infierno. Es puramente espiritual; en consecuencia, es mucho más sutil y mortal. Por la misma razón, a menudo se puede usar la soberbia, el orgullo, para vencer a los vicios más simples. Los profesores, de hecho, a menudo apelan al orgullo de un muchacho, o, como lo llaman, a su amor propio, para hacer que se comporte decentemente; muchos han superado la cobardía o lujuria o mal humor aprendiendo a pensar que están por debajo de su dignidad, esto es, por orgullo. El diablo se ríe. Se siente perfectamente contento de verte haciéndote casto y valiente y autocontrolado, siempre que, al mismo tiempo, esté colocando en ti la dictadura de la soberbia, tal como se sentiría contento de ver curados tus sabañones si se le permitiera, a cambio, darte un cáncer. Porque la soberbia es cáncer espiritual: acaba con la posibilidad misma de que exista amor o contentamiento o incluso sentido común.


(Adaptación de) C.S.Lewis

jueves, 9 de agosto de 2012

EL BOLSO O LA VIDA

Ésta es una historia corriente y sobrenatural. Pongamos que la protagonista se llama Tatiana. Ha salido de Madrid temprano para poder comer en una aldea gallega con su familia. No ha sido capaz de venirse sin portátil, porque es adicta al “voy adelantando trabajo”. A la altura de Lugo, decide dejar la A6 para tomar un café. Detiene el coche y ¡su bolso no está!

Con los nervios a 1000 por hora, se enfada con Dios y con el mundo, pensando en las llaves, los documentos, las tarjetas, el teléfono… Ni “cómo”, ni “cuándo”, ni “dónde”; lo que le preocupa más es “por qué” le sucede esto a ella, que ya tiene bastante con sus luchas diarias. Las calles de Lugo observan los pasos “zombis” de Tatiana y la siguen hasta la Catedral. Entra.

En un acto casi instintivo y de derrota humillante, se planta ante el Santísimo. En el fondo, sabe que lo sucedido es una tontería. Que los verdaderos males del mundo son otros. Que le sobran motivos para dar gracias a Dios. Pero es mujer y no logra desconectar: denuncia en comisaría, cambio de cerraduras, aviso en el banco… En plena “empanada” mental, siente que le piden cerrar los ojos. Tatiana obedece como quien no tiene ya nada que perder.

¿Qué pinta allí? Miles de cosas por hacer… ¿y se le ocurre sentarse en un banco de la Catedral? ¿Qué broma surrealista es esta? En una de sus largas miradas a Jesús Sacramentado logra darse cuenta: “No seas tonta, Tati, si no hubieras perdido nada, me hubiese quedado sin tu compañía. ¡Tengo tanta sed de ti…!” Tatiana renunció a su papel de Dama de hierro-doña perfecta y supo que todo aquello tenía sentido: “Perdón, Señor. Gracias por encontrarme.”

Custodia con Santísimo - catedral de Lugo

Pero las cosas no suelen terminar ahí. Y menos las de Dios. Tatiana llegó a su aldea como la “Anduriña” de Junior y Juan Pardo. Su abuela, medalla de plata en experiencia y oro en retranca le enseñó el bolso: “Mandouno onte teu pai no Alsa. Quedárache na casa”.


Manuel A. Blanco Vázquez, Director de Comunicación
Fuente: En Blanco

UNA FAMOSA EX-ATEA RECOMIENDA LOS LIBROS QUE LE AYUDARON A CREER

Leah Libresco, joven filósofa norteamericana, experta en ética, es ya famosa en la blogosfera atea y religiosa, tanto en inglés como en español, por su reciente conversión al catolicismo, desde un ateísmo que creía en una ética objetiva.

Desde que lo anunció en su blog hace unas semanas, ha recibido decenas de miles de visitas y también ha generado miles de comentarios en blogs y foros.


Se está preparando para el bautismo, y hay temas de moral y de doctrina que aún no tiene claros, como ella misma explica. Pero sí tiene claros algunos aspectos que ha vivido en carne propia, como el tipo de libros que le han ayudado y que pueden ayudar a otros ateos a entender mejor la propuesta cristiana.

Yo leo, tú también lees


Ella tiene una lista de libros para compartir con personas sin fe: Mero Cristianismo (Cristianismo y nada más, según la versión) y El Gran Divorcio, de C.S. Lewis; Ortodoxia, de G. K. Chesterton; Flatland (Planilandia, de Edwin Abbott, novela satírica de 1884); Gödel Escher Bach (de 1979, por Douglas Hofstadter), The Sequences (en LessWrong.org).

De estos, sólo los tres primeros son cristianos. Los otros son libros que ayudan a pensar de forma distinta, y que por lo general tienen mucho éxito entre matemáticos y físicos jóvenes. "Lo bueno de Planilandia es que enseña a pensar en cosas abstractas de una forma útil. Trata de un cuadrado que vive en un mundo de dos dimensiones y le visita una esfera. La esfera intenta explicarle las tres dimensiones, a él, que no puede experimentarlas directamente. Mientras el cuadrado aprende a pensar en tres dimensiones, el lector aprende a pensar en una topología cuatridimensional. Es una habilidad muy buena: intentar hacer predicciones sobre mundos o aspectos de mundos que no puedes experimentar personalmente".

Recomienda Gödel Escher Bach porque "es probablemente el libro más hermoso que he leído y, de nuevo, es muy bueno suscitando el pensamiento crítico al trabajar con un entendimiento conceptual de las matemáticas, la computación y la música".

En cuanto a The Sequences, en LessWrong, no se limitan a enumerar los límites o prejuicios cognitivos (algo que, dice Leah, puedes encontrar simplemente en Wikipedia), sino que además "dedican mucho tiempo a intentar imaginar estrategias prácticas para ir más allá".

Enamorarse de la Verdad


"Toda la apologética del mundo será de poca ayuda si el interlocutor no está interesado en pensar en metafísica, filosofía o ética, y creo que estas recomendaciones pueden ayudar a la gente a enamorarse de la Verdad, que es una puerta de enganche hacia Cristo", afirma Leah.

C. S. Lewis
En un campo más fácil de leer, a Leah le ayudaron dos libros de C.S. Lewis: Cartas del Diablo a su Sobrino y El Gran Divorcio. "Eran bastante buenos a la hora de señalar mis fallos morales, incluyendo algunos que yo no pensaba que fuesen debilidades. Eran un buen contrapunto a la filosofía moral abstracta que yo leía".

La Tradición y los sacramentos


A Leah le gusta mucho del catolicismo su defensa de una Tradición Sagrada y una estructura institucional que permite debatir y entender las promesas de la Escritura. Es posible así crear un foro de debate para interpretar la enseñanza que Dios ha dado "sin caer en un todo vale en el que cualquiera funciona básicamente como un profeta", que es lo que le recrimina al "Sola Scriptura" protestante.

"Lo más emocionante", explica la joven filósofa que aún está por bautizar, "es acceder a la gracia a través de los sacramentos. Es como una excepción a la entropía moral". Y como santa preferida tiene a la filósofa y conversa Santa Catalina de Alejandría: "el emperador pagano le envió teólogos y filósofos a hablar con ella y estuvieron debatiendo hasta que todos se rindieron y se convirtieron..¡me encanta!"


El converso quiere respuestas, no regañinas


En cuanto a las dificultades que afronta, las hay de distintos tipos. Por ejemplo, "hay cosas que no están abiertas al escrutinio, como la Inmaculada Concepción". Pero son las cosas que implican un cambio en la vida cotidiana las que ella pide que la Iglesia explica mejor.

Un tema importante que plantea es el de la homosexualidad. "Una cosa es que yo personalmente deje de salir con chicas mientras espero una explicación -y tengo el lujo de ser bisexual- pero mis amigos "queer" sienten que me estoy aliando con una institución que quiere romper sus familias".

Y añade, como conversa en camino: "cuando hago preguntas, es preferible que la gente me dé explicaciones a que me acusen de desconfiar de la Iglesia o intentar colarme dentro como hereje. Cuando la gente pide la confianza más ferviente ante el primer signo de confusión, están robando a sus interlocutores la posibilidad de encontrarse realmente con la verdad que ostensiblemente defienden".


Fuente: ReL

miércoles, 8 de agosto de 2012

DOMINICOS, PERROS GUARDIANES DE LA FE

La Orden de los Frailes Predicadores fue fundada en 1216. Pero las ideas que dan forma a sus orígenes se remontan a 1206. Este año, pasando por Francia en un viaje cuyo destino final era Dinamarca, el obispo de Osma (norte de España), fue acompañado por un tal Domingo de Guzmán, canónigo de la catedral de Osma. Nacido en una familia noble en la ciudad de Caleruega en Castilla, alrededor del año 1170, desde muy joven este santo se dedicó a los estudios clericales.

Antes de que Domingo naciera, su madre, en misterioso sueño, vio a un perro que llevaba una antorcha encendida en la boca, que irradiaba luz al mundo. Este dato, presente en la Legenda Aurea - y que está consagrado en la historiografía de Santo Domingo, está relacionado con la etimología del nombre común asumido por los dominicanos: domini cane, los perros de Dios o los perros para servir al Señor.

Aunque las fechas que se refieren al nacimiento y la muerte no son precisas, a su paso por el sur de Francia Domingo tenía aproximadamente 36 años de edad. No era su primera visita a Francia; tres años antes, en Montpellier, los legados papales le habían advertido de la herejía que "contaminaba" la región. El hombre de visión, Domingo estudió durante una década en el Studium Generale de Palencia y era conocido por sus dotes retóricas, la capacidad en los debates y argumentaciones.

Por ignorancia y maldad, el papel destinado a Santo Domingo por la historiografía se convirtió injustamente repugnante. Cualquiera que me conozca dirá que yo soy parcial, pues llevo a Santo Domingo conmigo todo el tiempo (literalmente, ya que incluso antes de mi conversión yo lo admiraba, y tengo un tatuaje suyo en el brazo izquierdo), pero con sinceridad os digo: Santo Domingo fue tal vez la mayor víctima de la "Inquisición" difamatoria perpetrada por protestantes y la Ilustración.

Ya aquí podemos ver un contraste entre la visión generalizada acerca de los fundadores de las órdenes mendicantes: San Francisco despierta estima y simpatía entre los que llegan a conocer su biografía, ejemplo de hombre que debería ser imitado. Sin embargo, la figura de Santo Domingo no es capaz de despertar los mismos sentimientos. Se atribuye a un historiador francés un poquillo sinvergüenza, un post-iluminista de nombre Michelet, la difusión de sus imagen más negativa al imaginario general, llamándolo "fundador terrible de la Inquisición".


En la actualidad, sus biógrafos se han comprometido a demostrar que Santo Domingo de Guzmán tiene otras cosas que legar a la historia y al cristianismo. Veamos que nos dice el historiador André Vauchez acerca de la reacción del obispo Diego (personaje que tendría una gran influencia por sus ideas y metas soñadas para difundir la fe católica romana), cuando interpelado por los monjes cistercienses en Montpellier:

"Desalentados por la mala acogida por la población local, los cistercienses pidieron consejo al obispo de Osma, quien criticó fuertemente la amplitud de su equipaje y el lujo de sus vestidos," No es así hermanos, que debéis proceder – les habría declarado – pues los herejes muestran las apariencias de la devoción y le dan a la gente el mentiroso ejemplo de la frugalidad y la austeridad evangélica. Así que si exhibís opuestas formas de vida, poco edificáis, mucho destruís, y la gente se negará a unir [a la Iglesia Católica]. "

Consideramos que lo anterior ayuda a explicar el espíritu que anima el Orden de los Predicadores (los Dominicos). Sobre la cuestión del voto de pobreza, otro historiador, llamado Hilario Franco Jr., es de la opinión:

"(...), Los dominicos no adoptaron una pobreza tan estricta (en comparación con los franciscanos) y participaron más directamente en la lucha contra las herejías, por lo que, desde 1231, el Papa Gregorio IX les encargó la dirección de la Inquisición”.

Domingo no sería menos apegado a la pobreza Francisco, pero le da un lugar diferente. La pobreza, para los dominicos, sería un arma contra la herejía, y en nuestra opinión, sería un arma que la Iglesia aprendió a forjar observando a los herejes cátaros, que se ganaban la simpatía de la gente sencilla justamente por tener una vida austera. Por lo tanto, la pobreza Dominicana era un instrumento que no tenía carácter primordial, sin forzar el resto de la cristiandad oficial a institucionalizarla.

Otros hitos de los primeros dominicos se refieren a la muerte del obispo Diego en su diócesis, en 1207, poco más de un año después del viaje a Dinamarca, después de la fundación de Prouille de un centro misionero y una comunidad dedicada a recibir mujeres jóvenes procedentes del catarismo (secta herética). A propósito, en 1208, el monje cisterciense Pierre de Castenau fue asesinado. Este es el inicio de la cruzada contra los albigenses (algo parecido a lo ocurrido a Francisco Fernando, el Archiduque de Austria-Hungría, que fue asesinado por un idiota en Sarajevo, dando inicio a la Gran Guerra). Se había acabado la paciencia del Papa Inocencio con los herejes.

Después de la tormenta provocada por la Cruzada en 1214, Domingo se dirigió a Toulouse, donde establece en tres casas donadas por ciudadanos ricos de la ciudad (una de ellas aún en pie) las bases de la Orden de los Dominicos, aunque no oficialmente. Esto sólo se produciría después de los siguientes hechos:

Domingo, en el año 1215, en compañía del obispo Fulco de Toulouse, viajó a Roma para asistir al IV Concilio de Letrán. Allí él habría defendido la importancia de las bases teológicas en cualquier tipo de predicación. Pero Santo Domingo estaba allí para buscar la aprobación institucional de su orden, que recibió el título de la Ordo Fratum Praedicatorum (Orden de Frailes Predicadores). Domingo se preocupó de dar cuenta de los ingresos de la misma.

Inocencio III no vivió para ver el establecimiento formal de la OP - Orden de Predicadores. Tocó al Papa Honorio III entregarle a Domingo, el 22 de diciembre 1216, la bula de confirmación de los Frailes Predicadores. El historiador Jacques Le Goff aborda la cuestión de la aprobación de la Regla de San Agustín por los dominicos como una estrategia de Domingo de presentarse como canónigos regulares, obviamente una maniobra para mitigar la resistencia del clero regular.

Llama la tención el hecho de que el IV Concilio de Letrán prohibió la creación de nuevas órdenes religiosas. Tanto Vauchez y Le Goff mencionan este hecho. La regla franciscana abrió una excepción a lo postulado por el Concilio, como se evidencia en la historiografía.

En 1217, los dominicos se dispersaron de Toulouse, cuando las tensiones en la región de Languedoc llegaron al extremo. Se barajan dos posibles causas: una habría sido la animosidad de la población local con los primeros dominicanos; otra sería la idea de Santo Domingo de enviar los hermanos predicadores a los grandes centros del cristianismo, con el objetivo de su formación teológica. La Orden de Predicadores se asienta preferentemente en las ciudades más importantes. Los franciscanos, sin embargo, prefirieron pequeños monasterios situados en poblaciones más pequeñas.

En 1220, los predicadores introducen en sus instituciones la renuncia a todos los bienes e ingresos. La O.P. abraza a la mendicidad para sobrevivir. Se extienden como una red en toda Europa occidental, y su valor para la Iglesia fue más allá de catequistas y predicadores, asumiendo diferentes posiciones dentro de la estructura eclesiástica.

En 1221, Domingo murió en Bolonia; la causa de su muerte fue atribuida a una fiebre, pero su estilo de vida indica puro agotamiento. El trabajo iniciado continuó en marcha. Había una veintena de casas dominicas en Francia y España y alrededor de 120 dominicanos estudiaban teología en París en 1224.

En 1231, asciende al trono de Pedro el cardenal Hugolino, en lo sucesivo, Gregorio IX. Amigo personal de Domingo, hizo historia como el Papa que instituyó la Inquisición, confiando su dirección a los hijos espirituales de Santo Domingo.

Finalmente, en uno de los procesos de canonización más rápidos de la historia, en 1234 Hugolino canonizó al bienaventurado Domingo.


Fuente: O Catequista

EL PELIGRO DE LA ORACIÓN ILUSA


Hay una imagen distorsionada sobre la oración que la considera una actividad contrapuesta al mundo “real”, a la vida cotidiana que nos toca vivir. Y es cierto que hay movimientos religiosos (católicos y no católicos) que plantean la oración como una huida del mundo. San Ignacio, maestro de oración, no recomienda "cualquier" oración, cuanta más mejor, sino que mantiene siempre una cierta “sospecha” sobre las trampas y autoengaños que puede encerrar la oración mal entendida. Incluso llega a calificar de “ilusa” aquel tipo de oración que no nos devuelve nuevamente a la vida, a la vida real de cada uno; eso sí, de una forma renovada.

 La oración, para no ser “ilusa”, tiene que estar imbricada en la vida (origen) e implicada con la vida (destino). Por ello, Ignacio pretenderá llevar a la persona a encontrar a Dios en todo, partiendo de que Dios y el mundo no son dos ‘realidades’ incomunicadas y contrapuestas: hay una única historia, que es historia de salvación, sagrada y profana a la vez. Sentido unitario, el de san Ignacio, que culmina en una trabazón teñida de espontaneidad entre contemplación y acción.

Podemos señalar algunas advertencias sobre cómo la oración debe “disponernos la vida”:

  • La oración ha de sacarme de mí mismo, ser la antesala del servicio, y que el servicio sea a su vez el abono de la oración, cíclicamente.
  • La oración no evita ningún sufrimiento en la vida. No es un analgésico (huid de las religiones anestesiantes…) pero sí la fuerza y lucidez para encarar los sufrimientos y dificultades de la vida con otra perspectiva.
  • La oración debe ser “objetivada”. La oración necesita contrastarse con nuestros actos en la vida. El “fruto” de la oración no es la consolación en ella, sino un reflejo externo en nuestra actitud vital: construir la paz, amar más, servir más, la humildad, etc. No se trata de una correlación directa y mensurable (criterio de eficacia), pero sí del fomento de unas actitudes que derivarán en una vida más conforme a la voluntad de Dios. Si los demás no son los beneficiarios indirectos de mi oración, quizá no sea la mía una verdadera oración.No soy yo el origen y la meta de la oración, sino Dios y los que sufren
  • La oración debe ser “contrastada”. En la oración entran en juego muchas dimensiones psicológicas, unas favorables y otras de autoengaño. Por ello, es bueno contrastar de vez en cuando nuestra vida de fe con un tercero, el acompañamiento espiritual. Hay que encontrar la persona que te entienda. La no contrastación puede derivar en un “iluminismo” muy peligroso.


Rezar no significa salir de la Historia
y retirarse en el rincón privado
de la propia felicidad.
(Benedicto XVI. Spe salvi)

lunes, 6 de agosto de 2012

LA VIRTUD CRISTIANA MENOS POPULAR DE TODAS


Hoy se repite a menudo que «el sexo no es algo de lo que haya que avergonzarse». Esta afirmación puede querer decir dos cosas. La primera interpretación sería la siguiente: «no hay por qué avergonzarse del modo en que el hombre procrea y que además exista un placer en ello».

Si es esto lo que se quiere decir, me parece razonable. Los cristianos dicen exactamente lo mismo. El problema no está en el sexo en sí, ni en el placer que conlleva. De hecho los padres de la Iglesia afirman que si el hombre no estuviera caído por el pecado original, el placer sexual sería aún mayor. Soy consciente de que algún cristiano despistado ha podido decir que para la religión cristiana el sexo, el cuerpo, o el placer eran malos per se . Estaba equivocado. El cristianismo es, prácticamente, la única religión que defiende el valor del cuerpo, que cree que la materia es buena, porque Dios mismo tomó la forma humana y que, incluso, en la vida eterna recibiremos un cuerpo (glorioso) que será parte esencial de nuestro gozo y de nuestra belleza y energía. El cristianismo ha glorificado el matrimonio más que cualquier otra religión. La mejor poesía amorosa del mundo ha sido escrita por autores cristianos. Por tanto, el cristianismo rechaza la afirmación de que el sexo es malo por naturaleza.


En segundo lugar, al decir que «el sexo no es algo de lo que haya que avergonzarse» quizá se quiera decir que «no hay que arrepentirse de que se haya dado rienda suelta al instinto sexual». Ciertamente nacemos con un cuerpo que está predeterminado en este sentido, y crecemos rodeados de una publicidad que no facilita la castidad. No faltan quienes avivan nuestro instinto sexual con el fin de hacer negocio, ya que es evidente que un hombre presa de una obsesión, es un hombre muy débil frente a la publicidad.

Si quisiéramos curarnos realmente, podríamos. Puede que al principio fracasemos, pero mientras nos arrepintamos y volvamos a empezar, estaremos en el buen camino. La dificultad está, por tanto, en querer de verdad. Una vez oí contar a un conocido personaje, que se confesaba católico, que cuando era joven rezaba pidiendo el don de la castidad. Pasados varios años se dio cuenta de que, mientras en voz alta repetía: «Señor, concédeme el don de la castidad», por dentro pensaba: «pero, por favor, no lo hagas hasta dentro de algunos años».

Las principales razones por las que hoy resulta especialmente difícil desear una castidad plena, y más aún, alcanzarla son:
  • La idea de que todo deseo sexual que sentimos es "sano" y "natural"
  • La creencia de que vivir la castidad cristiana es imposible

¿Todo deseo sexual que sentimos es sano y natural?


Nuestra naturaleza caída se alía con los demonios que nos tientan y con toda la publicidad erótica para darnos la impresión de que los deseos que intentamos resistir son tan «naturales», «sanos» y «racionales» que no satisfacerlos es algo perverso y anormal. Carteles, películas, novelas, todo ello contribuye a vincular la idea de la satisfacción sexual con el concepto de normalidad, de juventud, de vigor, de animación, etcétera. ¡Esta conexión es falsa!

Como toda mentira, también ésta tiene su parte de verdad, en concreto, la idea de que el sexo en sí, dejando a un lado cualquier tipo de perversiones y exageraciones, es un hecho normal y sano. El error está en afirmar que la satisfacción inmediata del deseo sexual es siempre algo normal y sano. Esto es un contrasentido desde cualquier punto de vista, no sólo desde el punto de vista cristiano. La satisfacción de todos nuestros deseos lleva consigo impotencia, enfermedad, celos, mentiras y farsa: todo lo contrario de salud, buen humor y normalidad.

¿Es imposible vivir la castidad cristiana?


En un examen cabe plantearse si contestar una pregunta opcional o no, pero habrá que dar respuesta a todas las preguntas obligatorias. Una contestación mediocre tendrá más puntuación que dejar la pregunta en blanco. Así hay que actuar en la guerra, al practicar el alpinismo, o cuando aprendemos a patinar sobre hielo, a nadar o a montar en bicicleta. Al final llegamos a hacer cosas de las que nunca nos habríamos creído capaces. Es increíble lo que uno puede hacer cuando no le queda más remedio que hacerlo.

Para vivir la castidad, como un amor absoluto, se requiere algo más que el simple esfuerzo humano. Es preciso acudir a la ayuda de Dios. Quizá después de pedírsela nos dé la impresión durante mucho tiempo de que no la recibimos o que quizá es poca para la que necesitamos. No debemos desanimarnos. Detrás de cada caída hay que pedir perdón, levantarse y volverlo a intentar. En muchas ocasiones Dios no nos da la virtud misma, sino la fuerza para no rendirnos. Porque si la castidad (la fortaleza, la sinceridad y, en general, cualquier virtud) es importante, mucho más importante es la actitud de quien se empeña en un continuo volver a empezar. Esta actitud nos cura de todas las falsas ilusiones que podamos tener, y nos enseña a confiar en Dios. Aprendemos así que no nos podemos fiar de nosotros mismos, ni siquiera en los mejores momentos y, por otra parte, nos damos cuenta de que no hay motivo para la desesperación, porque nuestros errores están perdonados. Lo peligroso es pactar con nuestra mediocridad:

Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial (Mt, 5, 48)

Y para terminar, quiero dejar claro que el sexo no representa el núcleo de la moral cristiana. Es erróneo pensar que el cristianismo considera la lujuria como el vicio más importante. Aunque los pecados de la carne son malos, son los menos malos. Los peores placeres son siempre espirituales: el placer de dejar mal a los demás, el de mandar, el de asumir un aire de superioridad, el de tener como regla general contradecir a todos, los placeres relacionados con el poder y el odio, etc. Y es que hay dos fuerzas dentro de mí que pugnan contra el ser humano que quiero llegar a ser: el «yo animal» y el «yo diabólico». Este último es el peor de los dos. Por ello, probablemente, un hipócrita frío y convencido de sí mismo esté más cerca del infierno que una prostituta. Evidentemente lo mejor es no ser ni lo uno ni lo otro.


Cristianismo y nada más
C.S. Lewis
Adaptado de la traducción de Ana Halbach
Idea sisada de O Catequista



domingo, 5 de agosto de 2012

CULTURA DE LA PANTALLA

Un camino hacia la decepción


«Existe una "cultura de la pantalla", un mundo ficticio creado por lo que muestra la televisión que ocupa la vida de muchos y que les hace vivir atados y confundidos. Esta peculiar confusión entre lo ficticio y lo real, entre lo que uno ve y lo que uno vive, puede desembocar en la pérdida de la distinción entre lo que es de verdad y lo que no, entre lo serio y la broma, entre realidad y sueño, capacidades y deseos, y abre así una puerta de par en par a la experiencia de la decepción o al aburrimiento ante lo cotidiano, ante lo que no es tan radiante como los mundos que nos venden desde la pantalla».


Ricardo Yepes Stork y Javier Aranguren. Fundamentos de antropología – Un ideal de la excelencia humana (1996).


EL IRLANDÉS


Cine costumbrista, de sabor clásico


El británico John Michael McDonagh debuta en el largometraje, después de su experiencia como guionista. Nos cuenta una historia a medio camino entre un costumbrismo irlandés de sabor fordiano, y un thriller que recuerda a cierto noir francés. El resultado, sostenido por unos excelentes Brendan Gleeson y Don Cheadle, funciona.


El sargento irlandés Gerry Boyle trabaja en la policía local de un pequeño pueblo lejos de Dublín. Es un tipo impresentable: bocazas, vago, putero y racista. Está soltero y sólo le queda su madre, a la que trata con cariño. Un asunto de narcotráfico le obliga a trabajar con un agente del FBI, Wendell Everett, negro y americano, dos ingredientes que no son del agrado del irlandés. Lo que comienza siendo una combinación imposible, al estilo de las buddy comedies, entre el policía escrupuloso y profesional, y el policía cínico y desganado, acaba sacando a la luz un sargento Boyle de inconmensurable humanidad.

Antítesis de blancos y negros


La película es la antítesis de blancos y negros: todo son matices, y ahí quizá reside su frescura, y también su autenticidad. Aunque tiene guiños surrealistas, y obviamente cómicos, el fondo tiene una hondura dramática importante: Boyle, que es un antihéroe, alejado de cualquier ejemplaridad, tiene sin embargo un núcleo sólido en la conciencia de sí mismo. Sabe que hay cosas por las que merece la pena sacrificar la vida, y lo sabe, no como fruto de un discurso moral complejo, sino porque lo lleva grabado en los genes. Quizá se deba a su condición de católico, ilustrada en el film a través de la figura de su madre, una mujer también poco convencional, que acude periódicamente a la iglesia para confesarse.

Lo interesante es que Boyle no es un hombre mezquino que se va transformando hacia la virtud. Es mezquino hasta el final, pero..., capaz de grandes cosas. En ese sentido, se aleja del prototipo de personaje de guión y se acerca más a la realidad de la vida. De hecho, el personaje, a pesar de ser protagonista, no acaba de caer bien al espectador. Sólo al final es posible decir: ¿Quién iba a pensar que fulanito era capaz de hacer tal cosa? Como la vida misma...

Contra los prejuicios


Por otra parte, el personaje que encarna Don Cheadle representa al que hace lo correcto, lo que se espera de él. Padre de familia, escrupuloso profesional y educado, parece que no tiene nada que aprender de Boyle. Sin embargo, también él va a dilatar sus horizontes gracias a su encuentro con Boyle. Si hay algo contra lo que arremete esta singular película policiaca son los prejuicios.

Juan Orellana
Alfa y Omega > Nº 795 / 19-VII-2012 > Desde la fe > Cine

miércoles, 1 de agosto de 2012

«QUIEN REZA SE SALVA, QUIEN NO REZA SE CONDENA»

San Alfonso María de Ligorio, fundador de los redentoristas, fue "uno de los santos más populares del siglo XVIII, por su estilo simple y directo y por su doctrina sobre el sacramento de la penitencia: en un periodo de gran rigorismo, fruto de la influencia jansenista, recomendaba a los confesores administrar este sacramento mostrando el abrazo alegre de Dios Padre, que en su misericordia infnita no se casa de acoger al hijo arrepentido".

En 1759 escribió Del gran medio de la oración, un librito "que él consideraba el más útil de todos sus escritos". En él describe la oración como "el medio necesario y seguro para obtener la salvación y todas las gracias que necesitamos para conseguirla".


Al decir que la oración es un medio, "nos recuerda el fin a alcanzar": Dios. San Alfonso acuñó una máxima muy sencilla para comprenderlo: "Quien reza, se salva; quien no reza, se condena". Y decía él mismo: "Salvarse sin rezar es dificilísimo, más bien imposible... pero rezando, salvarse es algo seguro y facilísimo". E insistía: "Si no rezamos, no hay excusa, porque la gracia de orar se le da a todos"; luego "si no nos salvamos, toda la culpa será nuestra, porque no habremos rezado".

"Se nos invita", dice ya el Papa, "a no temer recurrir a Él y a presentarle con confianza nuestras peticiones, con la certeza de obtener aquello de lo que tengamos necesidad... Sólo mediante la oración podemos acogerle a Él y a su gracia, que, iluminándonos en todas las situaciones, nos hace discernir el bien del mal y, fortificándonos, hace eficaz también nuestra voluntad, esto es, la hace capaz de llevar a la práctica el bien conocido".

"La relación con Dios es esencial en nuestra vida", concluye el Papa: "Se realiza hablando con Dios, en la oración personal cotidiana y con la participación en los sacramentos". Con esos medios, "puede crecer en nosotros la presencia divina que endereza nuestro camino, o ilumina y lo hace seguro y sereno, incluso en medio de dificultades y peligros".

****

ORACIÓN DE LA CONFIANZA


Señor,
cuando mi alma esté dormida
a los dones eternos,
despiértame el deseo de tu amor.
Cuando mi corazón sea prisionero
de aficiones mezquinas,
levántame hasta Ti.
Cuando esté poseído de orgullo
o amor desordenado de mí mismo,
dame el conocimiento
de mi gran pobreza.
En lugar de éxtasis o raptos
pon en mi oración la confianza
sencilla del necesitado.
En vez de unión de las potencias
dame la gracia de no pensar,
buscar ni desear
sino lo que sea
de tu divino agrado.

Amén

San Alfonso M. de Ligorio


Fuente: