“Pues al que tiene, se le dará más todavía y tendrá de
sobra; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tenga” (Mt 13,12).
Con estas palabras Jesús responde a sus discípulos, que le
habían preguntado por qué hablaba mediante parábolas. Él les explica que no a
todos les es dado conocer los misterios del reino de los cielos, sino sólo a las
personas con una buena disposición para acoger sus palabras y vivirlas.
De hecho, entre quienes le escuchan hay algunos que,
voluntariamente, cierran sus ojos y sus
oídos, por lo cual “viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden”. Son
aquellos que ven y escuchan a Jesús, pero, pensando que ya conocen todas las
verdades, no creen en sus palabras y en los hechos que las confirman. Y así
acaban perdiendo también lo poco que
tienen.
“Pues al que tiene, se le dará más todavía y tendrá de
sobra; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tenga”.
¿Cuál es, pues, el significado de esta frase de Jesús? Él
nos invita en ella a abrir nuestro corazón a la Palabra que ha venido a
anunciarnos, y de la que nos pedirá
cuenta al final de la vida.
Los escritos evangélicos nos muestran que el anuncio de esta
Palabra se sitúa en el centro de todos los deseos y de toda la actividad de
Jesús. Lo vemos ir de ciudad en ciudad, por las calles, por las plazas, por los
campos, a las casas o a las sinagogas para anunciar el mensaje de la salvación,
dirigiéndose a todos, pero especialmente a los pobres, a los humildes y a los
marginados. Él compara su Palabra con la luz, con la sal, con la levadura, con
una red echada al mar o con una semilla arrojada en la tierra; y dará su vida
para que se extienda el fuego que la Palabra contiene.
“Pues al que tiene, se le dará más todavía y tendrá de
sobra; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tenga”.
Jesús espera, de la Palabra que ha anunciado, la
transformación del mundo. Por consiguiente, no acepta que, frente a este
anuncio, se pueda permanecer neutral, tibio o indiferente. No admite que un don
tan grande, una vez recibido, pueda quedar inoperante.
Y para subrayar esta exigencia suya, Jesús reafirma en esta
frase una de sus leyes, que está en la base de toda la vida espiritual: a quien
pone en práctica su Palabra, Él lo
introducirá cada vez más en las riquezas y en las alegrías incomparables de su
reino; por el contrario, a quien descuida su Palabra, Jesús se la quitará,
confiándosela a otros para que la hagan fructificar.
“Pues al que tiene, se le dará más todavía y tendrá de
sobra; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tenga”.
Por lo tanto, esta Palabra de vida nos pone en guardia
contra una grave falta en la que podemos caer: la de acoger el Evangelio
convirtiéndolo, tal vez, en un mero objeto de estudio, de admiración o de
discusión, pero sin ponerlo en práctica.
En cambio, Jesús espera de nosotros que acojamos su Palabra y que la
encarnemos en nuestro interior, transformándola en la fuerza que impregne todas
nuestras actividades para que, de este modo, a través del testimonio de nuestra
vida, sea aquella luz, aquella sal y aquella levadura que poco a poco
transforme la sociedad.
Durante este mes, entonces, consideremos una cualquiera de
las muchas Palabras del Evangelio y pongámosla en práctica. Enriqueceremos
nuestra alegría con otra alegría.
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