miércoles, 25 de julio de 2012

NOSOTROS TAMBIÉN ESTAMOS CONTAMINADOS POR LA CULTURA DE LA DESVINCULACIÓN

Sí, nosotros, los miembros de la Iglesia, (...) estamos contaminados en una medida variable por este gran mal que afecta al conjunto de la sociedad: la cultura de la desvinculación. Este tipo de hiperindividualismo hace imposible ninguna actitud de donación más allá de lo que es mi estricto interés personal. Atención, en muchos casos, este interés es legítimo: mi familia, el trabajo, los hijos, la situación difícil, la entidad a la que pertenezco... La cuestión no es ésta sino el hecho de que esta dedicación actúe de manera absoluta haciendo imposible participar en iniciativas más amplias de otros. Interesantes iniciativas de formación, información y acción se encuentran desatendidas porque los católicos no salen de su nido.

En el transcurso de los últimos años, constato como cada vez más nuestra gente va quedando más encerrada en sí misma. ¿Puede ser un efecto de la crisis? Es probable, pero parte de este fenómeno ya se venía observando antes, si bien con menor intensidad. Pienso sólo en términos de mi grupo, de mi familia, de lo que me concierne directamente; (...) pero soy incapaz de incorporarme a nada que sea más colectivo, a nada que implique participar junto con otros.

Este es un problema muy grave porque, desde el punto de vista organizativo, el catolicismo en nuestro país está extraordinariamente fragmentado y, si no hay actuaciones transversales cooperativas que permitan convertir esta fragmentación en colaboración positiva, no haremos nada de lo que debemos hacer. Sabrán que son hijos míos al ver cómo se aman entre ellos. Pues a ver si el mandato se cumple. Ejemplo: no tiene sentido montar un seminario (...) limitado a 50 personas, haciendo pasar a lo largo de una semana a gente del más alto interés internacional para debatir aspectos fundamentales (...), y que el resultado sea que todo el mundo esté tan ocupado que cueste un esfuerzo extraordinario cubrir las plazas. (...).

Y no, no es un problema de falta de tiempo. Es como quien dice que reza poco por falta de tiempo pero acude con seguridad una hora diaria al gimnasio. Es una cuestión de a qué damos prioridades. Es una cuestión de desapoltronamiento. Si no cambiamos radicalmente y ayudamos a cambiar acabaremos bloqueados en nuestras propias y pequeñas iniciativas. Y lo subrayo una vez más: no se trata de abandonar lo nuestro, lo que hacemos, lo que nos es más inmediato, se trata de encontrar el tiempo necesario para participar en acciones comunes. O se encuentra este punto de equilibrio o vamos hacia la reducción a una anécdota antropológica del catolicismo catalán. Que el Señor nos perdone y haga más que nosotros.


Josep Miró i Ardèvol, E-Cristians y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos



No hay comentarios:

Publicar un comentario

O noso blog necesita dos teus comentarios!