martes, 31 de julio de 2012

EL DÍA EN QUE SAN IGNACIO CASI MATA UN MORO AL PITO-PITO-GORGORITO

En 1522, en una hermosa tarde en el mes de marzo, un caballero musulmán se encontró con el noble Iñigo de Loyola - el posteriormente famoso San Ignacio – yendo hacia Barcelona, y propuso que ambos siguieran juntos el camino. Al ser preguntado sobre la dirección que llevaba, Iñigo dijo que iba a Igualada y luego a la Capilla de la Santísima Virgen. En ese momento, el moro puso de manifiesto dudas sobre la virginidad perpetua de la Madre de Jesús...


El moro aceptaba el hecho de que Nuestra Señora fuese virgen antes del parto, pero entendía cómo podía haber permanecido virgen después. Sin argumentos para oponerse al caballero cristiano, justo antes de espolear a su mula y largarse rápido al galope, el moro dijo:  

- ¡No! ¡Por Mahoma, la madre de Jesús no conservó su virginidad!

Profundamente indignado por esta blasfemia, Iñigo pensó en perseguir al musulmán y matarlo:

- Ese desdichado osó insultar horriblemente a la madre divina de mi Soberano Señor! Y yo, hidalgo, yo, caballero de la Virgen soberana y Señora, ¿podré sufrir este ultraje hecho a su honor sin tratar de vengarlo? ¿No debería atravesar con mi espada a ese mahometano? No, no será así! ¡Iñigo de Loyola no puede ser cómplice de semejante delito! Corramos detrás de este infiel, y, poniendo el pie en el cuello, forcémoslo a confesar que es un blasfemo desdichado y que la purísima Señora y Reina del Mundo (...) mantuvo perpetuamente su santísima virginidad! ... (1)

Es importante tener en cuenta que el joven Iñigo se había convertido recientemente, y hacía pocos días que dejara el castillo de su familia y la vida de caballero para servir a Dios. Por lo tanto, no había dejado del todo su vieja manera de arreglar las cosas (a leches). También carecía de un conocimiento más profundo de la doctrina y la espiritualidad cristianas.

Iñigo se había lanzado en caza del musulmán, cuando detuvo en seco a su caballo y meditó:

- ¿Me es lícito matar a un hombre a la gloria y el honor de mi Soberana? Lo ignoro por completo. Y como tengo dudas, confío el asunto al juicio de Dios.

Estando delante de un bifurcación del camino, tuvo la “brillante” idea – (#ironia) – de soltar a su caballo en el camino y dejarlo elegir libremente el camino: si el animal tomaba la dirección de Barcelona, perdonaría al moro y se llevaría a casa la indignación; sin embargo, si el animal seguía el mismo camino del blasfemo, Iñigo entendería que era una señal de Dios para que le diera caza y lo atravesara con su espada. ¡Óu mai God!...

 Seguramente el Señor tuvo misericordia de su humilde servidor, e hizo que el animal tomase la dirección de Barcelona. El gaznate del moro siguió intacto, así como el alma del joven Iñigo. Es muy probable que su profunda convers
ión le haya granjeado méritos suficientes para compensar su gran gazapo de santo principiante, por lo que el Espíritu le ayudó, guiándolo por los pasos de un caballo. Aunque obviamente, dejémoslo claro, no podemos basar las decisiones de nuestra vida en juegos como este, ni confiar en nuestras inclinaciones personales.

Esta historia, revelada por el propio santo a sus compañeros años más tarde, ilustra el aprieto en que viven algunos cristianos que no tienen un director espiritual o amigos católicos que los sostengan en el camino de la fe. Y así, frente a los desafíos de la vida cotidiana, los tiempos difíciles, las decisiones importantes a menudo están más perdidos que un pulpo en un garaje, sin saber qué camino tomar. Y es casi inevitable que queden más vulnerables a los consejos de personas impregnadas con la mentalidad del mundo.

En el primer período después de su conversión radical, Ignacio vivió como un ermitaño y un mendigo. Su experiencia de soledad y de penitencia intensas fue muy fructífera, es cierto, pero también lo expuso a momentos de confusión y desesperación (como cuando fue tentado al suicidio). Pero pronto se dio cuenta de que el Señor le tenía reservado otro destino: en la Universidad de París, el santo reunió a un pequeño grupo de amigos que se reunían para hablar de las cosas en la vida, de las cosas de Dios y para hacer los Ejercicios Espirituales. Y así, el "llanero solitario" acabó siendo el fundador de una de las comunidades religiosas más importantes de la Iglesia: la Compañía de Jesús.

Sería demasiada frivolidad, y hasta un pecado, menospreciar la vocación de los antiguos ermitaños, cristianos que vivieron en aislamiento total y en penitencia, en lugares inhóspitos- que ha dado tantos santos a la Iglesia; sin embargo, es fundamental tener en cuenta que el cristianismo es esencialmente una experiencia de fe comunitaria. Es casi imposible ser buenos cristianos si estamos aislados, si no tenemos la amistad de otros cristianos, más maduros en la fe, para inspirarnos y sostenernos.

También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos". (Mateo 18: 19-20)

Con estas palabras, Jesús nos enseña cuánto le gusta a Dios ver a los cristianos unidos en Su nombre. Por supuesto, esto no desvaloriza la oración individual, y muestra cómo vivir la dimensión comunitaria de nuestra fe. Para que seamos fuertes y firmes, los cristianos necesitamos convivencia, no solamente en tiempos de formación espiritual. Tenemos que ser amigos, salir a comer y divertirnos juntos. Cuanto más tiempo le dedicamos a construir amistades cristianas, más fuerte será el cemento que nos une, como ladrillos que forman la Iglesia.


Aquí le doy un testimonio personal: en el tiempo de mis prácticas como MIR, recibí el encargo de montar una campaña para el Día Mundial de Lucha contra el SIDA, que se publicaría por medio de carteles por toda mi Universidad. Yo no sabía cómo hacer algo que pudiera ser aprobada por los jefes sin salirme de la consabida propaganda de preservativos, y no quería negarme a hacer el trabajo, o ser poco profesional. Así que llamé a un amigo católico que es ginecólogo y me dio una gran idea: centrarme en la lucha contra los prejuicios hacia las personas con VIH. ¡Le hice caso y me salió redondo!

Como ésta, tengo muchas historias que contar. Si no tienes un director espiritual - que, en general, es un sacerdote o miembro de una orden religiosa - y no das prioridad a estar con los amigos católicos, procura probar estas realidades. O bien, cuando estés en una de esas encrucijadas de la vida, siempre puedes hacer el pito-pito-gorgorito…


Nota: (1) Daurignac, J. M. S. Santo Inacio de Loiola: fundador da Companhia de Jesus.. Apostolado da Imprensa, 1937.


Fuente: OCatequista

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