jueves, 21 de junio de 2012

DOS PELICULAS RECIENTES

Coinciden en la cartelera dos películas tremendamente diferentes, pero con un fondo antropológico similar: el hombre siempre desea algo que está más allá de lo que consigue. Una producción francesa (Las chicas de la sexta planta) y otra americana (El gran año), que, a pesar de sus deficiencias, ofrecen un balance positivo que interesa entresacar.


Fotograma de Las chicas de la sexta planta



Las chicas de la sexta planta


De Francia nos llega esta coproducción con España, dirigida por Philippe Le Guay y protagonizada por Natalia Verbeke y Fabrice Luchini, a los que rodea un interesante reparto (Carmen Maura, Lola Dueñas, Berta Ojea, Nuria Solé y Sandrine Kiberlain).

Ambientada en el París de principios de los sesenta del pasado siglo, la cinta nos describe la realidad de un grupo de sirvientas inmigrantes españolas que viven en la última planta del edificio en el que sirven a familias acomodadas. El dueño del edificio, Jean-Louis Joubert, es un importante agente de Bolsa, que empieza a sentir una creciente fascinación por su criada María, por su coraje, su fuerza vital y positiva, una fascinación que le hace ir cambiando su forma de mirar la vida. Joubert descubre el mundo de las criadas, que, con unas condiciones de vida miserables, rebosan autenticidad, alegría y amistad sincera, frente al engolado culto a las apariencias de su aburguesado matrimonio.

A pesar de su tono francés en lo que respecta al relativismo moral, la verdad es que esta película es mucho más fiel a la realidad de la España del franquismo que tantas películas españolas puramente ideológicas que llegan a nuestras carteleras, como es el caso de la reciente Miel de naranjas. La descripción de esas criadas, de vida dura pero rebosantes de alegría, sincera piedad católica y lealtad solidaria, supone un retrato muy humano y real de lo que fue la emigración española de aquellos años. Es cierto que la película es pequeña, de pretensiones modestas, y con ciertas concesiones complacientes, pero el resultado es entrañable, positivo, y propone un modelo de vida en el que ser sea más importante que tener y aparentar. Además, temas como la maternidad y la paternidad están tratados de forma muy sugerente: frente a la paternidad distante y formalista de Joubert, está la maternidad de alguna criada española, llena de sacrificio y capacidad de entrega.

El gran año


El cineasta newyorkino David Frankel, curtido en la comedia sofisticada como El diario viste de Prada, Una pareja de tres o la serie televisiva de Sexo en Nueva York, cambia de registro para contarnos una historia sencilla -pero algo freak- sobre el verdadero valor de las cosas en la vida. El gran año es una adaptación del best seller de Mark Obmascik. Bostick, Harris y Stu son tres aficionados a la ornitología. Bostick piensa en sí mismo antes que en su mujer, deseosa de ser madre; Harris es un fracasado a los ojos de su padre; y Stu es un millonario empresario que sólo desea jubilarse y dedicarse a su mujer. Estos personajes tan distintos entre sí, coinciden en su ambición de ganar un concurso nacional de quién avista más aves en un año.

Uno de los méritos indudables de esta discreta, pero grata, comedia es haber contado con tres cómicos muy dados al histrionismo, Jack Black, Owen Wilson y Steve Martin, y haberles arrancado unas interpretaciones contenidas, amables e incluso emotivas. La cinta habla del sueño compartido de tres personajes absolutamente diferentes en sus vidas privadas; un sueño que les lleva a descubrir lo que realmente es más común entre ellos, su necesidad de amar y ser amados. Stu se da cuenta de que su aventura ornitológica hubiera sido imposible sin el amor y apoyo de su esposa; Harris lucha por recuperar la estima de su padre y por encontrar a una mujer que sea capaz de ver en él algo más que un excéntrico, y Bostick comprende la factura que debe pagar por anteponer sus intereses a los de su vida de pareja. La película no entusiasma, pero gusta, y aunque a veces se puede hacer pesada, con tantos guiños tipo National Geographics, es estimable.

Juan Orellana
Fuente: Alfa y Omega



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