jueves, 28 de junio de 2012

LAS 10 MEJORES MANERAS DE MATAR TU FE

El autor de estas recomendaciones es un bloguero. Se llama o hace llamar Jason L., alias El Haragán, tiene 28 años, estudia Teología, ama la cerveza Guinness y es periodista free-lance. Y, lo más importante: está "orgulloso" de haberse convertido a la fe católica.


1. Admite que la Iglesia está acabada: escucha a quienes atacan a la fe sin estar seguro de que tu fe es lo bastante sólida para sostenerla. Así podrás empezar a sentirte aislado, a enfadarte y sentirte lejos de una fe que un día te pareció hermosa, y a asumir que la mayoría de los católicos de hoy están completamente fuera de juego.


2. Sé lo más escrupuloso posible: ante la imponente realidad de la Presencia Real y de la Santa Comunión, en vez de hacer un buen examen de conciencia y confesarte, si quieres llegar a un estado de locura como el de Nietzsche mira con lupa cada una de tus acciones y considera que todos los pecados son mortales. Vive atemorizado. Te garantizo que tu fe arderá en esas llamas.


 
3. Olvídate de la Misericordia, céntrate en la Justicia: tienes que llegar a la conclusión de que Dios no es misericordioso, de que se le hace la boca agua ante la idea de verte gritar en el infierno. Con ello, no solamente matarás tu fe y tu amor a Dios, sino que llegarás fácilmente al mundo opuesto de los anticristianos.



4. Céntrate en la vida espiritual de todo el mundo, salvo en la tuya: disecciona la de los demás, pero tú no trabajes en tu propia salvación con temor y temblor.



5. No mantengas conversaciones inteligentes sobre religión: sobre todo, discute mucho. Cada vez que alguien desafíe tu fe de alguna manera, comienza a echar humo por las orejas, ignora lo que está diciendo tu adversario y frústrate todo lo posible.



6. Haz el mínimo de los mínimos que se te exija, conviértete en un católico vago. Empieza por ir a misa sólo los domingos, luego procurar saltarte alguna, y antes de que te des cuenta estarás yendo solamente en Navidad y Pascua.



7. Ignora tu fe: lo mejor para abandonarla es no haberla conocido nunca. No leas las Escrituras, ni a los Santos Padres, no leas libros de teología ni estudies historia. Así, cuando alguien te plantee dudas o ataque la fe, cederás inmediatamente.



8. Procura no comulgar con frecuencia, porque eso sería lo que más podría ayudar a tu vida cristiana. Si realmente quieres crecer débil, procura no comulgar, porque si no, cada vez que lo hagas te sentirás limpio y rejuvenecido.



9. Asústate cada vez que veas un desafío contra la fe: miente, escóndete, huye. Esto es fundamental: cada vez que alguien objete tu fe, da media vuelta y corre. O aún mejor, discúlpate y avergüénzate. Esto te hará sentirte falso en tu fe, desleal, indigno de comulgar, cobarde. Si realmente quieres perder la fe, te aconsejo vivamente que te acobardes ante ella.



10. Por encima de todo: ¡no reces nunca! No rezar te aleja de la conversación con Dios. Si en verdad deseas matar tu fe, ésta es la vía. La oración es el agua que mantiene vivo el árbol: rechaza el agua, y verás cómo se seca.



Fuente/traducción: Religión en Libertad
Post original: Ascent of Carmel

martes, 26 de junio de 2012

PEQUEÑAS Y GRANDES VIRTUDES

Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo del éxito sino el deseo de ser y de saber.

Sin embargo, casi siempre hacemos lo contrario. Nos apresuramos a enseñarles el respeto a las pequeñas virtudes, fundando en ellas todo nuestro sistema educativo. De esta manera elegimos el camino más cómodo, porque las pequeñas virtudes no encierran ningún peligro material, es más, nos protegen de los golpes de la suerte. Olvidamos enseñar las grandes virtudes, y sin embargo, las amamos, y quisiéramos que nuestros hijos las tuviesen, pero abrigamos la esperanza de que broten espontáneamente en su ánimo, un día futuro, pues las consideramos de naturaleza instintiva, mientras que las otras, las pequeñas, nos parecen el fruto de una reflexión, de un cálculo, y por eso pensamos que es absolutamente necesario enseñarlas.

En realidad, la diferencia es sólo aparente. También las pequeñas virtudes provienen de lo más profundo de nuestro instinto, de un instinto en el que la razón no habla, un instinto al que me resultaría difícil poner nombre. Y lo mejor de nosotros está en ese mudo instinto, y no en nuestro instinto de defensa, que argumenta, sentencia, diserta con la voz de la razón.


La educación no es más que una cierta relación que establecemos entre nosotros y nuestros hijos, un cierto clima en el que florecen los sentimientos, los instintos, los pensamientos. Ahora bien, yo creo que un clima inspirado por completo en el respeto a las pequeñas virtudes hace madurar insensiblemente para el cinismo, para el miedo a vivir. Las pequeñas virtudes en sí mismas no tienen nada que ver con el cinismo, con el miedo a vivir, pero todas juntas, y sin las grandes, generan una atmósfera que lleva a esas consecuencias. No quiero decir que las pequeñas virtudes, en sí mismas, sean despreciables, sino que su valor es de importancia complementaria y no sustancial, no pueden estar solas sin las otras, y solas sin las otras son pobre alimento para la naturaleza humana. El hombre puede encontrar a su alrededor y beber del aire la manera de ejercitar las pequeñas virtudes, en medida moderada y cuando sea del todo indispensable, porque las pequeñas virtudes son de un orden muy común y difundido entre los hombres. Pero las grandes virtudes no se respiran en el aire, y deben constituir la primera sustancia de la relación con nuestros hijos, el principal fundamento de la educación. Además, lo grande puede contener también lo pequeño, pero lo pequeño, por ley de la naturaleza, no puede de ninguna manera contener lo grande.



Las pequeñas virtudes, pág.145-147

Natalia Ginzburg

¿QUÉ HACER CUANDO ESTÁS CABREADO CON DIOS?

«Soy una católica de nacimiento que también es ama de casa y educadora en el hogar de 10 niños increíbles. Mi marido Mike y yo fuimos novios desde el colegio y, desafiando todos los pronósticos, nos casamos tras finalizar los estudios en menos de un año. Hoy llevamos ya 21 años casados. Además de nuestros 10 hijos vivos, hemos perdido muchos bebés en el camino y nos sentimos honrados de que Dios nos haya escogido para llevar adelante esas vidas durante el tiempo que pudimos hacerlo. Vivimos en Georgia (USA) y en ocasiones tenemos que luchar contra los prejuicios hacia nuestra fe aquí en el Sur, donde el catolicismo no es una práctica generalizada. Sea lo que sea, somos conscientes de que vivimos muy bendecidos y estamos agradecidos a Dios por lo que nos ha dado con nuestra familia».


Esa seguridad en Dios se tambaleó un día...

Esta es la descripción que Michelle Fritz hace de sí misma y uno percibe el sano orgullo que transpiran estas líneas. ¡Y no es para menos! La vida le ha sonreído siempre y ella ha sabido corresponder con una sonrisa igualmente grande. Dios ha sido muy bondadoso con ellos... ¿o no? Por lo menos esa era la misma reflexión que Michelle se hacía. Pero esa seguridad se tambaleó un día: aquel en el que vio con sus propios ojos y en directo cómo el corazón de uno de sus hijos dejó de latir.

Asistir a la muerte de tu propio bebé

«Recuerdo ese día como si fuera ayer. Supongo que siempre se quedará grabado en mi memoria. Me encontraba en la oficina del médico, tratando de localizar los latidos del corazón de mi pequeño bebé. En un momento dado, el técnico tuvo una mirada de asombro en su rostro y llamó a otro técnico para ayudarle. Buscaron y buscaron, apuntando un poco más. Por fin, encontraron un corazón que apenas latía. Cambiando la posición de la máquina para mirar el flujo de sangre dentro y fuera de su corazón, trataron de encontrar cuál podría ser el problema. Mientras observábamos, el flujo se detuvo. Fui testigo de los que fueron los últimos latidos de corazón de mi hijo. Sentí como si mi propio corazón se hubiese detenido pero, al mismo tiempo, no paraba de correr por el miedo [...] Su corazón se quedó quieto. Los técnicos me dieron sus condolencias y, previa consulta con el médico, fui enviada de regreso a casa».

El alma rasgada y dolor, mucho dolor...

Sinsentido, dolor, llanto... ¿Cómo podría Michelle regresar a casa tras una experiencia así? Porque el espacio que antes ocupaba su hijo dentro de ella ahora parecía vacío. Aún así, tuvo todavía fuerzas para llamar a su párroco para pedirle oraciones. Pero, fuera de esto, el camino fue un llanto continuo y desolador. ¡Su hijo había muerto! Lloró y lloró por horas -«sentía como si me hubiesen rasgado el alma»- y rezó a Dios, pidiendo explicaciones. Pero no escuchó ninguna respuesta. Ni siquiera las escuchó cuando ya los ojos le ardían de tanta lágrima derramada. Nada.

Furiosa con Dios

«Ese día entré en un lugar espiritual en el que nunca había estado antes. Un lugar oscuro y solitario. Estaba triste y descorazonada, pero sobre todo estaba furiosa con Dios. ¿Por qué permitió que sucediera esto? ¿Por qué me estaba haciendo esto a mí... a mi familia? No podía comprenderlo. ¿Por qué Dios me había abandonado?».

Nada parecía dar sosiego a su alma. ¿La oración? ¿Cómo hablar con un Dios que permitió morir a su hijo, un Dios que lo podía haber fácilmente salvado? Ni siquiera la compañía de las demás personas parecía ser de ayuda, mucho menos después de enterrar a su hijo: «Me sentía cada día más sola y mi enojo con Dios no hacía sino aumentar».

A punto de explotar

Curiosamente, las personas a su alrededor no se dieron mucha cuenta del difícil proceso por el que Michelle estaba pasando y cómo estaba siendo atacada su fe. Seguía yendo a Misa, seguía ayudando en la iglesia e incluso rezaba por las demás personas. Pero por dentro un volcán parecía estar a punto de explotar.

¿Existe Dios?

«Llegué a preguntarme si Dios realmente existía. La gente me podría decir -tal y como yo había dicho a otros- que en los momentos de prueba Él me estaba cargando en sus brazos. Pero yo me preguntaba si realmente era cierto eso, porque yo no lo sentía».

Pero en todo este proceso, Michelle percibió que el anhelo de Dios no desaparecía de su alma. Después de todo, ella no quería dudar; quería tener fe. Y fue aquí cuando se dio cuenta que tenía que replantearse toda su vida. Porque todo lo que había recibido en su vida siempre lo había visto como venido de la mano de Dios: sus hijos, su esposo. ¡No! Dios tenía que seguir ahí, aun cuando ella no lo sientiese. Y empezó su proceso de vuelta.

Comenzar de nuevo...

Comenzó con las oraciones vocales, especialmente el Padrenuestro, pues eran la única manera en que aún sentía algo de la presencia de Dios. Después de un tiempo, pudo ya empezar un cierto diálogo, con un lenguaje sencillo.

En cierta manera, tuvo que aprender a rezar de nuevo. Luchó por todos los medios posibles para volver a meter a Dios en su vida: «Intentaba encontrar a Dios en todo lo que veía: en el cielo, en la sonrisa de mis hijos, en las flores de mi jardín, en el abrazo de un amigo. Fue gracias a este ejercicio que me di cuenta que, en vez de abandonarme como yo creía, Dios estaba en realidad alrededor de mí siempre. Eso me hizo sentirme mejor».

Otros dos bebés muertos...

No fue un camino nada fácil de recorrer; Michelle lo describe como un auténtico infierno. De hecho, durante este tiempo el matrimonio Fritz volvió a perder otros dos bebés, Sarah y William, y las dudas y enojos volvieron. Pero fue ese anhelo de Dios lo que le hacía a Michelle seguir adelante y centrarse en lo que Dios le daba todos los días. Eso la salvó.

«De mi experiencia anterior aprendí que necesitaba de Dios para salir adelante. Me di cuenta que sin Dios estaría perdida, por lo que me abracé a Él con fuerza».

De todo este camino, Michelle saca una conclusión que ha quedado grabada como un tatuaje en su corazón para el resto de su vida:

«¿Está bien si dudamos de nuestra fe? La respuesta es sí. Basta mirar a Cristo para darnos cuenta que no pasa nada si dudamos. Él experimentó la duda en Getsemaní y en la Cruz ("Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"). Si nuestro Salvador experimentó esos momentos, ¿por qué cuestionar si nosotros, meros seres humanos, dudamos en algún momento de nuestras vidas? Y si Cristo, que forma parte de la Santísima Trinidad, le pregunta a Dios por qué lo abandona, entonces seguramente Dios me entenderá cuando yo le grito mi desesperación por ese abandono que siento».

Ideario para afrontar momentos de oscuridad del alma

Y es aquí donde Michelle comparte su ideario para afrontar mejor la oscuridad de la fe; unos puntos que ella misma toma de su propia experiencia:

«La duda puede ser un catalizador para crecer en nuestra fe. ¿Qué hacer cuando nos llegan esos momentos de duda y abandono?

1. Lee la Biblia: date cuenta que hay muchos que dudaron como tú, Cristo incluido. Lee sus historias.

2. Ora: habla con Dios, mantén la comunicación abierta con Él. Dile lo enojado que estás. Y aunque no sientas que está ahí, pídele ayuda y confía en que esa ayuda llegará.

3. Habla con alguien en quien confíes: busca un amigo, un sacerdote, tu cónyuge, quienquiera al que le puedas confiar lo que sientes. Te sorprenderás de cuántas personas han pasado también por tu misma situación.

4. Busca ver a Dios en todas las cosas: las pequeñas y las grandes, las banales o las increíbles. Ve que Dios está ahí contigo, en todo lugar.

5. Llora: Cristo lloró; María lloró, los santos lloraron. Y Dios ve y valora cada una de tus lágrimas caer».

Hoy, Michelle vive feliz con su familia. ¿Sigue teniendo dudas? Sí. Pero las afronta ya con más serenidad y calma. Porque, según sus propias palabras, se ha dado cuenta que «después de luchar contra los sentimientos de duda o abandono, encontramos a Dios esperándonos con los brazos abiertos, como siempre está, para atraernos hacia Él. Porque, en realidad, nunca estuvimos solos o abandonados. Estábamos perdidos. Pero Dios siempre provee un camino de regreso a Él: muchas veces necesitamos estar perdidos para ser encontrados».


lunes, 25 de junio de 2012

UN DIOS SALVAJE

… no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios (Manuel II Paleólogo)


Hace poco vi la película Un dios salvaje de Roman Polanski. Esta adaptación al cine de la obra de teatro de Yasmina Reza, cuenta cómo dos matrimonios se reúnen para intentar solucionar, amistosamente, la pelea que han tenido sus respectivos hijos.

Toda la película transcurre en casa de los padres de la víctima. En un principio todos se muestran favorables a una conciliación. Llegan a un acuerdo para solucionar el conflicto, pero cuando parece que todo está resuelto, comienza un drama que crece en tensión. Aparece lo peor de cada uno de los protagonistas, hasta llegar a una situación de enfrentamiento de un matrimonio contra el otro y de los cónyuges entre sí.


Ésta es una de esas películas que hay ver porque hacen pensar. Son muchos los temas y las conclusiones a las que se pueden llegar: las apariencias, el diálogo en el matrimonio, la educación de los hijos, la importancia de los límites, etc., etc. Sin embargo, hay una cuestión que me parece central, y que es la que da título a la película. En un momento determinado, cuando la discusión está en uno de sus puntos álgidos, el padre del agresor dice: Yo creo en un dios salvaje… A lo que la madre de la víctima responde: Yo defiendo los valores de la civilización occidental.

Detrás de esto, está un debate muy actual, sobre el que Benedicto XVI ha llamado la atención en repetidas ocasiones: ¿Hay normas comunes para todos? ¿Puede haber una ley universal que sirva para todos los hombres, de todos los tiempos y de cualquier lugar? O como plantea uno de los protagonistas de la película, ¿las distintas civilizaciones tienen normas éticas distintas, adecuadas a su cultura y sus circunstancias, y si éstas lo exigieran tiene que primar la ley del más fuerte?

Todo esto me recordó un debate que tuvo lugar en febrero del año 2000, entre el filósofo ateo Paolo Flores d’Arcais y el entonces cardenal Joseph Ratzinger. En un momento del diálogo, el filósofo italiano puso en cuestión la existencia de la ley natural, aludiendo precisamente a esa gran variedad de culturas existentes: Si por ley natural entendemos algo que todos los hombres de hecho han sabido siempre que está mal, aunque después lo hayan transgredido, bueno, ese algo no existe. A lo largo de la historia del hombre, el hombre ha considerado normas válidas, y hasta ‘supremas’… las cosas más diversas A partir de este razonamiento, D’Arcais intentaba mostrar como determinadas actuaciones, como el aborto, no tienen porqué ser algo contrario a la razón.

La respuesta del cardenal Ratzinger tomó como punto de partida un hecho histórico: Nosotros los alemanes hemos conocido un ejemplo muy fuerte, dado que entre nosotros se llegó a decir…, nosotros decidimos que existían vidas que no tenían derecho a vivir, y, por tanto, hemos pretendido el derecho de ‘purificar’ el mundo de esas vidas indignas…

A partir de aquí, Ratzinger explica cómo la dignidad de la persona humana y los derechos que de ella se derivan, no dependen de un gobierno o una mayoría que decide si existen o no, es una dignidad y unos derechos que la persona tiene por el hecho de ser creatura. En consecuencia, la naturaleza no es producto de una casualidad ciega, de una evolución ciega, y sin perjuicio del desarrollo de la evolución, detrás hay una razón y, por tanto una moralidad del mismo ser.

El cardenal Ratzinger volvería sobre esto años más tarde, siendo Papa, en el famoso discurso en la Universidad de Ratisbona. Allí recordó, a propósito del diálogo entre Manuel II Paleólogo y un persa culto, la íntima relación entre fe y razón, y la necesidad que tienen la una de la otra. En este discurso puso de manifiesto cómo una razón autónoma de Dios, de la fe, es incapaz de dar respuesta a las cuestiones fundamentales que afectan a la vida del hombre. La razón sin la religión destruye al hombre; la religión sin la razón se convierte en intolerancia.

El sujeto, basándose en su experiencia, decide lo que considera admisible en el ámbito religioso y la ‘conciencia’ subjetiva se convierte, en definitiva, en la única instancia ética… La situación que se crea es peligrosa para la humanidad, como se puede constatar en las patologías que amenazan a la religión y a la razón, patologías que irrumpen por necesidad cuando la razón se reduce hasta el punto de que ya no le interesan las cuestiones de la religión y de la ética. Lo que queda de esos intentos de construir una ética partiendo de las reglas de la evolución, de la psicología o de la sociología, es simplemente insuficiente.
Chesterton en su primera novela del padre Brown, La cruz azul, cuenta cómo el clérigo inglés descubre al gran ladrón de joyas Flambeau, que se había disfrazado de sacerdote para robar la cruz azul. Durante una conversación inocentemente clerical, entre el padre Brown y Flambeau, éste ataca a la razón, para convencer al otro de que es un auténtico clérigo, a lo que el padre Brown responde:

No..., la razón siempre es razonable, incluso en el último limbo o en la frontera más remota. Sé que la gente acusa a la Iglesia de quitarle importancia a la razón, pero es justo al revés. La Iglesia es la única en la Tierra que concede a la razón un papel supremo. La única de toda la Tierra que afirma que el mismísimo Dios está limitado por la razón.

TODOS LOS PADRES SON ADOPTIVOS

- Mamá, ¿estás segura de que estoy bautizada y soy hija de Dios?

- Sí, Joana. Estoy segura.

- Pero, ¿de verdad? Es que, digo, puede que lo hubieras soñado, ¿no?

- No, Joana, no lo soñé. Yo estaba allí. Estoy súper segura. Además, puedes preguntar a tus padrinos y a tus abuelos, que también estaban allí.

- Pero papá no, ¿no?

- No, papá no estaba.

- Porque aún no os habíais casado.

- Sí, porque aún no nos habíamos casado.

- ... Mamá.

- Dime.

- Dicen mis compañeros de clase que no puede ser que haya una niña sin que haya un padre.

- Mmmm.

- Por eso yo pienso que mi papá se fue a una guerra o así y se murió y por eso te casaste otra vez.

- Mmmm. Es un poco más complicado, Joana.

- ¿Me lo cuentas antes de que empiece la misa?

- Mmmm. Bueno, primero de todo tienes que decir a tus compañeros que un padre es alguien que te quiere mucho y está a tu lado.

- Sí, pero...

- Espera. Había un papá, pero él no quería hacer de papá, así que decidí cuidarte yo sola hasta que encontráramos a tu papá perfecto. Y lo encontramos. Y ahora, ¿quién es tu papá?

- Aita.

- Sí. ¿Y cómo sabes que él es tu papá?

- Porque me quiere muchísimo.

- Sí.

- Mamá, ¿crees que el otro papá ya se habrá vuelto bueno?

- No es malo, Joana. Sólo no quería hacer de papá. Pero no es malo.

- Mamá, ¿puedo rezar por él?

- Claro que sí, Joana.

- ¿Cómo se llama?


domingo, 24 de junio de 2012

EL PELIGRO DE LAS MEDIAS VERDADES

Una verdad a medias es peor que una mentira



A medida que crece en los medios la "corrección política", que, en la versión Católica del Papa Benedicto XVI, se puede traducir como "dictadura del relativismo", algunos líderes católicos y predicadores a veces parecen tener miedo de asumir la Verdad integral predicada por la Iglesia. Se nota algo de miedo de "ir contra la corriente", en contra de la voluntad mayoritaria, olvidándose que Jesús es "signo de contradicción", y que por eso fue perseguido y crucificado, para dar testimonio de la Verdad que salva. La verdad no depende de la mayoría, pero de si misma.

La verdad es esencial, y por eso el Papa ha sido su defensor infatigable. El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) dice que lo que salva es la verdad: "En efecto," Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad "(I Tim 2:4). Dios quiere la salvación de todos por el conocimiento de la verdad. La salvación está en la verdad. (CIC § 851).

(…) Sabemos que la verdad a medias es peor que una mentira. No podemos predicar el Evangelio por la mitad, dejando a un lado, especialmente, aquello que trate de destruir el pecado y traer a los pecadores a la conversión. Por ejemplo, la frase "No podemos comer alimentos en mal estado" es correcta y muy importante, pero si digo sólo la mitad de la frase: "No podemos comer", muchos morirán de hambre.

"Mutatis mutandis", me doy cuenta de que algunos enseñan la fe católica con verdades a medias. ¿Cómo? Al presentar una cuestión, exponen sólo una parte de la verdad del asunto, sin hablar del pecado y de los requisitos de conversión. Por esta razón, no podemos, por ejemplo, decir solamente a las parejas en segundas nupcias que no deben apartarse de la Iglesia y no pueden ser discriminados, etc., sin decirles también que su situación no es lícita con respecto al Evangelio y que no puede recibir los sacramentos.

Al hablarle a los jóvenes acerca de la masturbación y la fornicación, algunos tienden a minimizar la gravedad de estos pecados, incluso afirmando que no son siquiera pecados, al contrario de lo que dice el Catecismo: "Entre los pecados gravemente contrarios a la castidad se deben citar la masturbación, la fornicación, las actividades pornográficas y las prácticas homosexuales" (CCC § 2396).

San Agustín dijo: "No se imponga la verdad sin caridad, pero tampoco se sacrifique la verdad sin caridad". Como declaró el Papa Benedicto XVI en la "Caritas in veritate", "El amor sin verdad es sentimentalismo." Jesús perdonó a la mujer adúltera y la salvó de la muerte, pero no dejó de indicarle su grave pecado: "Vete y no peques más". Sin mostrarle al pecador su pecado, éste no puede liberarse de la muerte espiritual.

El profeta Ezequiel, en dos capítulos (3,18 y 33) también llama la atención sobre la necesidad de corregir al pecador: " Cuando yo diga al impío: ``Impío, ciertamente morirás; si tú no hablas para advertirle de su camino, ese impío morirá por su iniquidad, pero yo demandaré su sangre de tu mano." (Ezequiel 33,8).


Foto Felipe Aquino
felipeaquino@cancaonova.com

sábado, 23 de junio de 2012

MISERIA Y GRANDEZA DEL MOVIMIENTO CARISMÁTICO

Yo tenía 17 años. Creía, y rezaba a veces, iba a misa los domingos y me confesaba una vez al año. Mi religión no me servía de gran cosa, pero no me atrevía a romper con ella.

Un día conocí a una persona que me habló de Dios de una forma distinta y nueva. Me presentó un grupo de gente cuya experiencia transformó mi vida para siempre. Dijeron ser “carismáticos”: una palabra extraña que nunca había oído en el ámbito de la Iglesia.

Han pasado más de 30 años y he conocido muchas realidades cristianas; también he estudiado bastante. Además, y desde entonces, nunca he dejado de pertenecer a un grupo con esa etiqueta: “carismático”.

La gente que solo conoce de forma superficial esta realidad, suele tener una opinión más o menos negativa: se asocia a una espiritualidad emotiva y superficial, con cierta tendencia a atraer personalidades un poco desequilibradas. Un día, un sacerdote amigo me citaba (con asentimiento) la lapidaria observación de un tercero: “estos grupos están bien, porque son una manera de tener dentro de la Iglesia a gente especial, que, de lo contrario, acabaría en una secta”. Tal cual.

No era justo decir eso, pero sí es verdad que una opinión así refleja con bastante aproximación el pensamiento de muchas personas dentro de la Iglesia en España.

Pocas personas (incluyendo a los propios “carismáticos”) conocen bien el origen de su movimiento. En el mundo católico la experiencia comenzó en la Universidad Duquesne (curiosamente la Universidad del Espíritu Santo) de Pittsburgh, en círculos estudiantiles, y creció con enorme rapidez por todos los EE.UU primero, pasando al resto de América y Europa seguidamente y extendiéndose con celeridad por todo el mundo. En España el primer grupo carismático se fundó en 1973.

La Iglesia reconoció pronto esta nueva corriente, de la mano del cardenal Suenens, quien enseguida apostó por ella y fue el promotor de la creación de los célebresdocumentos de Malinas, elaborados por una comisión mixta en mayo de 1974, los cuales intentan delimitar las líneas fundamentales que debería seguir el movimiento carismático, de cara a su plena integración en la Iglesia.

Hoy en día dicha integración está perfectamente lograda, al menos oficialmente. Ya hemos señalado que, en la práctica, las reticencias siguen siendo muchas. Por otro lado la “Renovación Carismática” ha evolucionado desde sus orígenes, tanto en España como en el mundo. En nuestro país existen dos ramas, por así decir: la “estatutaria” y la “no-estatutaria”. Los primeros han aceptado convertir esta corriente de espiritualidad en un movimiento más, con normas y reglamentos aprobados por la Jerarquía. Los segundos pretenden mantener una realidad “libre de estructuras” que, a su modo de ver, refleja más el espíritu inicial: promover una renovación de la vida de toda la Iglesia con una práctica de la fe más fresca, gozosa y atenta a los dones del Espíritu Santo.

Por otro lado, el movimiento se ha organizado masivamente en torno a dos modelos. El primero, absolutamente mayoritario en España, es el los grupos de oración, que suelen reunirse semanalmente y cuyo fin se reduce básicamente a la plegara y a ciertas enseñanzas más o menos básicas. El segundo modelo es el conformado por comunidades carismáticas, de carácter mucho más complejo y compromisos más ambiciosos. Algunas de ellas se han extendido por todo el mundo. Este segundo modelo está mucho más extendido en Francia o EE.UU.


(...) Así las cosas, cuando me preguntan: “Pero en realidad, ¿qué es eso de ser carismático” diría que “ser carismático” implica dos tipos de opciones de percibir la fe en el Señor y la vida de la Iglesia. Una de ellas, en mi opinión, es fundamental y enormemente positiva, la otra es accesoria y puede resultar perjudicial.

Me explico: el gran acierto de este movimiento ha sido poner de relieve el elemento pentecostal de la Iglesia, excesivamente olvidado durante siglos. Enfatiza la posibilidad de una relación “personal” con Dios, y una fe sencilla, que incluye la creencia en la manifestación actual de los dones extraordinarios del Espíritu Santo, mencionados con frecuencia a lo largo del Nuevo Testamento. Por otro lado, desde sus orígenes, ha constituido una realidad de profunda identidad laical, con unos esquemas celebrativos asombrosamente igualitarios y participativos. Esta sería la primera parte...

Hay otra, no obstante, que defino sin entrar mucho en detalles: El clima afectivo que existe en los grupos es proclive a atraer personas con cierta problemática psicológica, y aunque yo no considero esto un defecto, sino todo lo contrario, me parece que, a veces, la dinámica general ayuda poco a crecer. Lo mismo podríamos decir de un cierto abuso de los dones, especialmente el de “sanidad” (he visto a personas con enfermedades graves, a las que se proclamaba irresponsablemente “curadas” sin la menor evidencia) así como un sobrenaturalismo que puede llegar a lo absurdo y llevar a las personas a verdaderas crisis de fe al chocar con la realidad. Es preciso un estudio más profundo de los dones, y un respeto por su carácter sobrenatural, sin convertirlos en una especie de elemento “fijo” de las reuniones ni caer en manipulaciones, a veces inconscientes, pero evidentes.

Sin embargo la crítica que más me duele, por considerarla justificada, es la que se nos hace de espiritualismo desencarnado. Se supone que en el grupo de oración uno “coge fuerzas” para la militancia cotidiana, y ese es su fin. He oído esto con frecuencia, sí, pero es que en la práctica muchas veces no funciona. Esta concepción ha llevado, en ocasiones, al rechazo de la vocación comunitaria, con el compromiso que conlleva. Por eso, por esa negativa al crecimiento que supone construir una realidad que comprometa la vida con los hermanos para después transformar el mundo mediante el compromiso común, numerosos grupos carismáticos parecen potentes motores, con dones abundantes, con grandes experiencias de fe… pero en punto muerto. De este modo, sin que su energía sirva para nada más que para retroalimentarse a sí mismos, acaba percibiéndose en muchos de ellos una atmósfera viciada, pues su dinámica es la eterna perpetuación de lo mismo. Repito mi querida frase de Santa Teresa: “el agua es para las flores”. No para las propias nubes.

(...) “Una oportunidad para la Iglesia”. Fueron proféticas las palabras con que Pablo VI designó el despertar carismático en los años 70. Así como el estilo pentecostal ha terminado por influir en buena parte de los católicos latinoamericanos de forma absolutamente natural, así, en mi opinión, acabará sucediendo también en Europa.

Y eso porque, lo digo humildemente, esta visión de la fe, profunda y sencilla a la vez, comprensible y altamente confluyente con la mentalidad sentimental contemporánea, es la que más oportunidades tiene de conectar con la sociedad de hoy. Su visión de la misericordia, como eje de la acción divina, la dimensión de la acogida y el perdón, así como el estilo festivo y natural, encajan como un guante con el horizonte utópico del mundo de hoy…

Si corrige sus defectos, si madura, si no renuncia a su vocación laical, comunitaria y ecuménica, será uno de los grandes baluartes de la Iglesia en el futuro. No me cabe duda.

¡Y que yo pueda verlo, si Dios quiere!

Un fuerte abrazo.


josuefons@gmail.com

jueves, 21 de junio de 2012

DOS PELICULAS RECIENTES

Coinciden en la cartelera dos películas tremendamente diferentes, pero con un fondo antropológico similar: el hombre siempre desea algo que está más allá de lo que consigue. Una producción francesa (Las chicas de la sexta planta) y otra americana (El gran año), que, a pesar de sus deficiencias, ofrecen un balance positivo que interesa entresacar.


Fotograma de Las chicas de la sexta planta



Las chicas de la sexta planta


De Francia nos llega esta coproducción con España, dirigida por Philippe Le Guay y protagonizada por Natalia Verbeke y Fabrice Luchini, a los que rodea un interesante reparto (Carmen Maura, Lola Dueñas, Berta Ojea, Nuria Solé y Sandrine Kiberlain).

Ambientada en el París de principios de los sesenta del pasado siglo, la cinta nos describe la realidad de un grupo de sirvientas inmigrantes españolas que viven en la última planta del edificio en el que sirven a familias acomodadas. El dueño del edificio, Jean-Louis Joubert, es un importante agente de Bolsa, que empieza a sentir una creciente fascinación por su criada María, por su coraje, su fuerza vital y positiva, una fascinación que le hace ir cambiando su forma de mirar la vida. Joubert descubre el mundo de las criadas, que, con unas condiciones de vida miserables, rebosan autenticidad, alegría y amistad sincera, frente al engolado culto a las apariencias de su aburguesado matrimonio.

A pesar de su tono francés en lo que respecta al relativismo moral, la verdad es que esta película es mucho más fiel a la realidad de la España del franquismo que tantas películas españolas puramente ideológicas que llegan a nuestras carteleras, como es el caso de la reciente Miel de naranjas. La descripción de esas criadas, de vida dura pero rebosantes de alegría, sincera piedad católica y lealtad solidaria, supone un retrato muy humano y real de lo que fue la emigración española de aquellos años. Es cierto que la película es pequeña, de pretensiones modestas, y con ciertas concesiones complacientes, pero el resultado es entrañable, positivo, y propone un modelo de vida en el que ser sea más importante que tener y aparentar. Además, temas como la maternidad y la paternidad están tratados de forma muy sugerente: frente a la paternidad distante y formalista de Joubert, está la maternidad de alguna criada española, llena de sacrificio y capacidad de entrega.

El gran año


El cineasta newyorkino David Frankel, curtido en la comedia sofisticada como El diario viste de Prada, Una pareja de tres o la serie televisiva de Sexo en Nueva York, cambia de registro para contarnos una historia sencilla -pero algo freak- sobre el verdadero valor de las cosas en la vida. El gran año es una adaptación del best seller de Mark Obmascik. Bostick, Harris y Stu son tres aficionados a la ornitología. Bostick piensa en sí mismo antes que en su mujer, deseosa de ser madre; Harris es un fracasado a los ojos de su padre; y Stu es un millonario empresario que sólo desea jubilarse y dedicarse a su mujer. Estos personajes tan distintos entre sí, coinciden en su ambición de ganar un concurso nacional de quién avista más aves en un año.

Uno de los méritos indudables de esta discreta, pero grata, comedia es haber contado con tres cómicos muy dados al histrionismo, Jack Black, Owen Wilson y Steve Martin, y haberles arrancado unas interpretaciones contenidas, amables e incluso emotivas. La cinta habla del sueño compartido de tres personajes absolutamente diferentes en sus vidas privadas; un sueño que les lleva a descubrir lo que realmente es más común entre ellos, su necesidad de amar y ser amados. Stu se da cuenta de que su aventura ornitológica hubiera sido imposible sin el amor y apoyo de su esposa; Harris lucha por recuperar la estima de su padre y por encontrar a una mujer que sea capaz de ver en él algo más que un excéntrico, y Bostick comprende la factura que debe pagar por anteponer sus intereses a los de su vida de pareja. La película no entusiasma, pero gusta, y aunque a veces se puede hacer pesada, con tantos guiños tipo National Geographics, es estimable.

Juan Orellana
Fuente: Alfa y Omega



REZAR Y FUMAR

Smoking Priest by jp latour
Cuentan que un cura joven le preguntó al obispo si podía fumar mientras rezaba. El obispo le respondió rotundamente que ¡No!".

Pasado algún tiempo vio a un anciano párroco dándole unas profundas caladas a su cigarro mientras rezaba.

"No debe usted fumar mientras reza -le reprochó-. Yo mismo le pregunté al obispo y me dijo que no era adecuado"

"¡Qué raro! -le respondió el viejo párroco- yo le consulté si podía rezar mientras fumaba y me contestó que cualquier ocasión es buena pararezar".



Fuente: Religión en Libertad


miércoles, 20 de junio de 2012

GILBERT K. CHESTERTON: «POR QUÉ ME CONVERTÍ AL CATOLICISMO» (II)


Publicaciones anticatólicas

"(...) Este primer empuje, después de debérselo a Dios, se lo debo a la historia y a la actitud del pueblo irlandés, a pesar de que no hay en mí ni una sola gota de sangre irlandesa. Estuve solamente dos veces en Irlanda y no tengo ni intereses allí ni sé gran cosa del país. Pero ello no me impidió reconocer que la unión existente entre los diferentes partidos de Irlanda se debe en el fondo a una realidad religiosa; y que es por esta realidad que todo mi interés se concentraba en ese aspecto de la política liberal. Fui descubriendo cada vez con mayor nitidez, enterándome por la historia y por mis propias experiencias, cómo, durante largo tiempo se persiguió por motivos inexplicables a un pueblo cristiano, y todavía sigue odiándosele. Reconocí luego que no podía ser de otra manera, porque esos cristianos eran profundos e incómodos como aquellos que Nerón hizo echar a los leones.

»Creo que estas mis revelaciones personales evidencian con claridad la razón de mi catolicismo, razón que luego fue fortificándose. Podría añadir ahora cómo seguí reconociendo después, que a todos los grandes imperios, una vez que se apartaban de Roma, les sucedía precisamente lo mismo que a todos aquellos seres que desprecian las leyes o la naturaleza: tenían un leve éxito momentáneo, pero pronto experimentaban la sensación de estar enlazados por un nudo corredizo, en una situación de la que ellos mismos no podían librarse. En Prusia hay tan poca perspectiva para el prusianismo, como en Manchester para el individualismo manchesteriano.

»Todo el mundo sabe que a un viejo pueblo agrario, arraigado en la fe y en las tradiciones de sus antepasados, le espera un futuro más grande o por lo menos más sencillo y más directo que a los pueblos que no tienen por base la tradición y la fe (...).
»Hay en el mundo miles de modos de misticismo capaces de enloquecer al hombre. Pero hay una sola manera entre todas de poner al hombre en un estado normal. Es cierto que la humanidad jamás pudo vivir un largo tiempo sin misticismo. Hasta los primeros sones agudos de la voz helada de Voltaire encontraron eco en Cagliostro. Ahora la superstición y la credulidad han vuelto a expandirse con tan vertiginosa rapidez, que dentro de poco el católico y el agnóstico se encontrarán lado a lado. Los católicos serán los únicos que, con razón, podrán llamarse racionalistas. El mismo culto idolátrico por el misterio empezó con la decadencia de la Roma pagana a pesar de los «intermezzos» de un Lucrecio o de un Lucano.

»No es natural ser materialista ni tampoco el serlo da una impresión de naturalidad. Tampoco es natural contentarse únicamente con la naturaleza. El hombre, por lo contrario, es místico. Nacido como místico, muere también como místico, sobre todo si en vida ha sido un agnóstico. Mientras que todas las sociedades humanas consideran la inclinación al misticismo como algo extraordinario, tengo yo que objetar, sin embargo, que una sola sociedad entre ellas, el catolicismo, tiene en cuenta las cosas cotidianas. Todas las otras las dejan de lado y las menosprecian.

Iglesia militante, Iglesia triunfante

»Un célebre autor publicó una vez una novela sobre la contraposición que existe entre el convento y la familia (The Cloister and the hearth). En aquel tiempo, hace 50 años, era realmente posible en Inglaterra imaginar una contradicción entre esas dos cosas. Hoy en día, la así llamada contradicción, llega a ser casi un estrecho parentesco. Aquellos que en otro tiempo exigían a gritos la anulación de los conventos, destruyen hoy sin disimulo la familia. Este es uno de los tantos hechos que testimonian la verdad siguiente: que en la religión católica, los votos y las profesiones más altas y «menos razonables» —por decirlo así— son, sin embargo, los que protegen las cosas mejores de la vida diaria.

»Muchas señales místicas han sacudido el mundo. Pero una sola revolución mística lo ha conservado: el santo está al lado de lo superior, es el mejor amigo de lo bueno. Toda otra aparente revelación se desvía al fin hacia una u otra filosofía indigna de la humanidad; a simplificaciones destructoras; al pesimismo, al optimismo, al fatalismo, a la nada y otra vez a la nada; al «nonsense», a la insensatez.

»Es cierto que todas las religiones contienen algo bueno. Pero lo bueno, la quinta esencia de lo bueno, la humildad, el amor y el fervoroso agradecimiento «realmente existente» hacia Dios, no se hallan en ellas. Por más que las penetremos, por más respeto que les demostremos, con mayor claridad aún reconoceremos también esto: en lo más hondo de ellas hay algo distinto de lo puramente bueno; hay a veces dudas metafísicas sobre la materia, a veces habla en ellas la voz fuerte de la naturaleza; otras, y esto en el mejor de los casos, existe un miedo a la Ley y al Señor.

Chesterton»Si se exagera todo esto, nace en las religiones una deformación que llega hasta el diabolismo. Sólo pueden soportarse mientras se mantengan razonables y medidas. Mientras se estén tranquilas, pueden llegar a ser estimadas, como sucedió con el protestantismo victoriano. Por el contrario, la más alta exaltación por la Santísima Virgen o la más extraña imitación de San Francisco de Asís, seguirían siendo, en su quintaesencia, una cosa sana y sólida. Nadie negará por ello su humanismo, ni despreciará a su prójimo. Lo que es bueno, jamás podrá llegar a ser DEMASIADO bueno. Esta es una de las características del catolicismo que me parece singular y universal a la vez. Esta otra la sigue: Sólo la Iglesia Católica puede salvar al hombre ante la destructora y humillante esclavitud de ser hijo de su tiempo. El otro día, Bernard Shaw expresó el nostálgico deseo de que todos los hombres vivieran trescientos años en civilizaciones más felices. Tal frase nos demuestra cómo los santurrones sólo desean —como ellos mismos dicen— reformas prácticas y objetivas.

»Ahora bien: esto se dice con facilidad; pero estoy absolutamente convencido de lo siguiente: si Bernard Shaw hubiera vivido durante los últimos trescientos años, se habría convertido hace ya mucho tiempo al catolicismo. Habría comprendido que el mundo gira siempre en la misma órbita y que poco se puede confiar en su así llamado progreso. Habría visto también cómo la Iglesia fue sacrificada por una superstición bíblica, y la Biblia por una superstición darwinista. Y uno de los primeros en combatir estos hechos hubiera sido él. Sea como fuere, Bernard Shaw deseaba para cada uno una experiencia de trescientos años. Y los católicos, muy al contrario de todos los otros hombres, tienen una experiencia de diecinueve siglos. Una persona que se convierte al catolicismo, llega, pues, a tener de repente dos mil años.

»Esto significa, si lo precisamos todavía más, que una persona, al convertirse, crece y se eleva hacia el pleno humanismo. Juzga las cosas del modo como ellas conmueven a la humanidad, y a todos los países y en todos los tiempos; y no sólo según las últimas noticias de los diarios. Si un hombre moderno dice que su religión es el espiritualismo o el socialismo, ese hombre vive íntegramente en el mundo más moderno posible, es decir, en el mundo de los partidos. El socialismo es la reacción contra el capitalismo, contra la insana acumulación de riquezas en la propia nación. Su política resultaría del todo distinta si se viviera en Esparta o en el Tíbet. (...) Hace ya mucho, sin embargo, que la Iglesia Católica probó no ser ella una invención de su tiempo: es la obra de su Creador, y sigue siendo capaz de vivir lo mismo en su vejez que en su primera juventud: y sus enemigos, en lo más profundo de sus almas, han perdido ya la esperanza de verla morir algún día».

lunes, 18 de junio de 2012

GILBERT K. CHESTERTON: «POR QUÉ ME CONVERTÍ AL CATOLICISMO» (I)


Gilbert K. Chesterton es un famoso periodista, novelista, poeta y crítico literario (1874-1935), autor de las novelas del Padre Brown, Ortodoxia (escrito muchos años antes de convertirse) y otros ensayos que tuvieron gran éxito en su época y que ya pueden considerarse clásicos.

Chesterton dice que "la dificultad de explicar «por qué soy católico» radica en el hecho de que existen diez mil razones para ello, aunque todas acaban resumiéndose en una sola: que la religión católica es verdadera”. He aquí la causa por la que el 30 de julio de 1922, G. K. Chesterton deseó ser acogido en el seno de la Iglesia Católica.

Éste es el escrito en el que el extraordinario escritor inglés explica su conversión al catolicismo:

"(...) La «confirmación» de la fe, vale decir, su fortalecimiento y afirmación, puede venir, tanto en el sentido real como en el sentido ritual, después de la conversión. El convertido no suele recordar más tarde de qué modo aquellas razones se sucedían las unas a las otras. Pues pronto, muy pronto, este sinnúmero de motivos llega a fundirse para él en una sola y única razón. Existe entre los hombres una curiosa especie de agnósticos, ávidos escudriñadores del arte, que averiguan con sumo cuidado todo lo que en una catedral es antiguo y todo lo que en ella es nuevo. Los católicos, por el contrario, otorgan más importancia al hecho de si la catedral ha sido reconstruida para volver a servir como lo que es, es decir, como catedral.

»¡Una catedral! A ella se parece todo el edificio de mi fe; de esta fe mía que es demasiado grande para una descripción detallada; y de la que, sólo con gran esfuerzo, puedo determinar las edades de sus distintas piedras.

»A pesar de todo, estoy seguro de que lo primero que me atrajo hacia el catolicismo, era algo que, en el fondo, debería más bien haberme apartado de él. Estoy convencido también de que varios católicos deben sus primeros pasos hacia Roma a la amabilidad del difunto señor Kensit.

»El señor Kensit, un pequeño librero de la City, conocido como protestante fanático, organizó en 1898 una banda que, sistemáticamente, asaltaba las iglesias ritualistas y perturbaba seriamente los oficios. El señor Kensit murió en 1902 a causa de heridas recibidas durante uno de esos asaltos. Pronto la opinión pública se volvió contra él, clasificando como «Kensitite Press» a los peores panfletos antirreligiosos publicados en Inglaterra contra Roma, panfletos carentes de todo juicio sano y de toda buena voluntad.

»Recuerdo especialmente ahora estos dos casos: unos autores serios lanzaban graves acusaciones contra el catolicismo, y, cosa curiosa, lo que ellos condenaban me pareció algo precioso y deseable.

»En el primer caso —creo que se trataba de Horton y Hocking— se mencionaba con estremecido pavor, una terrible blasfemia sobre la Santísima Virgen de un místico católico que escribía: «Todas las criaturas deben todo a Dios; pero a Ella, hasta Dios mismo le debe algún agradecimiento». Esto me sobresaltó como un son de trompeta y me dije casi en alta voz: «¡Qué maravillosamente dicho!» Me parecía como si el inimaginable hecho de la Encarnación pudiera con dificultad hallar expresión mejor y más clara que la sugerida por aquel místico, siempre que se la sepa entender.

»En el segundo caso, alguien del diario Daily News (entonces yo mismo era todavía alguien del «Daily News»), como ejemplo típico del `formulismo muerto´ de los oficios católicos, citó lo siguiente: un obispo francés se había dirigido a unos soldados y obreros cuyo cansancio físico les volvía dura la asistencia a Misa, diciéndoles que Dios se contentaría con su sola presencia, y que les perdonaría sin duda su cansancio y su distracción. Entonces yo me dije otra vez a mi mismo: `¡Qué sensata es esa gente! Si alguien corriera diez leguas para hacerme un gusto a mi, yo le agradecería muchísimo, también, que se durmiera enseguida en mi presencia´.



martes, 12 de junio de 2012

SABIDURIA DE QUIJOTE Y SANCHO

Conocimiento
Don Quijote a Sancho: «Has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse».
Don Quijote de la Mancha. Capítulo XLII, 2ª parte.
       
Literatura
Don Quijote: «Ninguna comparación hay que más al vivo nos represente lo que somos y lo que habemos de ser, como la comedia y los comediantes».
Don Quijote de la Mancha. Capítulo XII, 2ª parte.
       
Descontento
Sancho a Altisidora: «Los diablos jueguen o no jueguen, nunca pueden estar contentos, ganen o no ganen».
Don Quijote de la Mancha. Capítulo LXX, 2ª parte.

Comienzo
Don Quijote a Sancho: «El comenzar las cosas es tenerlas medio acabadas».
Don Quijote de la Mancha. Capítulo XLI, 2ª parte.
       
Escritores
Sancho a Sansón: «¿Al dinero y al interés mira el autor?: maravilla será que acierte, porque no hará sino harbar, harbar, como sastre en vísperas de pascuas, y las obras que se hacen apriesa nunca se acaban con la perfección que requieren» (harbar = hacer algo deprisa).
Don Quijote de la Mancha. Capítulo IV, 2ª parte.

domingo, 10 de junio de 2012

O MES DO AMOR


Neste mes celébranse dúas grandes solemnidades, a da Santísima Trinidade e a de Corpus. A primeira achéganos ao misterio do AMOR de Deus que ten como preferencia ás persoas: creando para elas un espazo de liberdade e de felicidade e poñendo no seu corazón unha semente de AMOR que se ha transmitir como a mellor mensaxe creadora, un Deus Pai que tamén é providente, é dicir, coida dos seus e trátaos coma fillos; nesa festa tamén aparece o seu Fillo que se entrega con infinito AMOR para salvarnos e que permanece connosco na Eucaristía, como alimento (festa de Corpus), amigo e guía que sempre nos acompaña; así mesmo aparece Deus Espírito Santo que, como lembramos en Pentecoste, nos fortalece e ilumina para que nos manteñamos fieis no camiño do AMOR.

Deus é AMOR.

Tamén coincide neste mes a festa de tres santos moi importantes dentro das celebracións litúrxicas: San Xoán Bautista, que preparou o camiño de Xesús, anunciando a chegada do Mesías Salvador, cunha vida de austeridade invitando a todos á conversión. Por outra parte está a festa de dous grandes apóstolos, San Pedro, a quen Xesús escolleu sendo pescador no mar de Galilea para constituílo como cabeza da súa Igrexa, e a San Paulo no camiño de Damasco cando aínda non comprendera a verdadeira mensaxe de Xesús, para converterse logo nun apóstolo que anunciou sen parar a Palabra de Deus.

viernes, 8 de junio de 2012

CORPUS CHRISTI, NUESTRO TESORO






Cantemos al Amor de los Amores 
cantemos al Señor, 
Dios está aquí, 
¡venid adoradores, 
adoremos, a Cristo Redentor! 

¡Gloria a Cristo Jesús, 
cielos y tierra, 
bendecid al Señor

Honor y gloria a Ti, 
Rey de la Gloria 
amor por siempre a Ti 
Dios del Amor! 


 Unamos nuestra voz a los cantares 
del Coro Celestial, 
Dios está aquí, 
al Dios de los Altares
alabemos con gozo angelical

jueves, 7 de junio de 2012

¿ES DIVERTIDO APRENDER ASÍ?


Conversación entre el consejero de educación de Canarias y un niño, grabada a micrófono abierto

Fuente: archipielagomachango.com

martes, 5 de junio de 2012

UNA PELICULA PRECIOSA

PROFESOR LAZHAR


Dirección: Philippe Falardeau.

Siempre es difícil entender por qué una joven maestra de aspecto angelical resuelve poner fin a su vida, pero aún resulta menos comprensible que decida ahorcarse en una viga de la clase para que la encuentren sus alumnos de siete años a primera hora de la mañana. Un hecho atroz sobre el que pulula una película preciosa: la canadiense Profesor Lazhar, dirigida por Philippe Falardeau, en la que la tragedia, expuesta en los primeros minutos, ejerce de punto de ebullición para hablar de muchas otras cosas relacionadas con la educación, y en la que destaca el espectacular trabajo de interpretación con los críos. 

La tolerancia religiosa, el aprecio por otras culturas, la consigna del esfuerzo, el exilio político, la necesidad (o no) de hablar de la muerte y el conocimiento del Otro están en la esencia de Profesor Lazhar, premio al guión y de la crítica en la Seminci, además de candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 2011, un tanto en la línea de las francesas “Hoy empieza todo” y “La clase”, pero con un tono menos documental y más sentimental (en el buen sentido), más emocionante. Un trabajo que no da respuestas, pero que se hace continuas preguntas, como esa que trata de diferenciar entre enseñar (transmisión de conocimientos, al parecer tarea del profesor) y educar en un modo de vida (tarea de la familia), tal y como reclama al maestro un padre no demasiado comprensivo. Desde luego, algo hemos debido hacer mal para llegar a situaciones tan sangrantes como las que se muestran, a través de una puesta en escena cargada de sutilezas. Si un profesor no le puede dar un abrazo a un alumno (tampoco una colleja), en pos de la distancia, es que algo falla, no tanto en el castigo como, sobre todo, en el abrigo. ¿La culpa? Quizá de todos: políticos, educadores, inspectores, pedagogos, padres y alumnos. Profesor Lazhar, pedagogía cinematográfica. 

PROFESOR LAZHAR 
Dirección: Philippe Falardeau. 
Intérpretes: Mohamed Fellag, Sophie Nélisse, Émilen Néron, Danielle Proulx, Seddik Benslimane. 
Género: drama. Canadá, 2011. 
Duración: 94 minutos. 

Fuente: Diariocritico

viernes, 1 de junio de 2012

FORMACIÓN PERMANENTE DO CRISTIÁN


A sociedade actual evoluciona tan rapidamente que acontecementos, coñecementos e técnicas de hoxe, mañá están anticuadas; tanto así que cousas, que ata hai pouco eran de uso cotián, hoxe son descoñecidas, p. ex. ningún mozo se acorda xa da peseta, mentres que os adultos aínda calculamos os prezos de custo en pesetas. Así poderiamos poñer máis exemplos.

Fuente: http://www.christianindex.orgOs mestres actualízanse, os médicos están en permanente formación, os mecánicos informatízanse, ¿e os cristiáns? Vivimos cos coñecementos adquiridos, na maioría dos casos, na preparación para a primeira comuñón. Son os menos os que seguen formándose despois da recepción deste sacramento.

¿Estamos realmente formados os cristiáns a nivel doutrinal e a nivel moral para afrontar os retos do mundo nos que estamos nos tocou vivir? Non podemos dicir que non temos tempo para algo tan importante, e logo buscamos tempo para outros ámbitos.

Neste intre da historia no que problemas de profunda envergadura están afectando tanto á sociedade, ¿que podemos e debemos dicir os cristiáns? Para iso é necesario estar formados e ben informados.