sábado, 19 de mayo de 2012

DESTELLOS DE ESPERANZA... DESDE EL LADO OSCURO


Estamos en mala racha de estrenos. Triunfan los blockbusters dirigidos al público más juvenil, como Battleship o Los juegos del hambre. Sin embargo, llegan también cintas menores en las que es posible encontrar puntos de interés. Es el caso de las tres películas que comentamos hoy, alguna de ellas dura y para un público adulto, pero en las que también se ventilan asuntos humanos importantes y esperanzados

Escena de la película Kiseki (Milagro)

Kiseki (Milagro)

Ésta es la propuesta más amable, aunque no es la mejor película del convincente director japonés Hirokazu Kore-eda. Se trata de la historia de dos niños que sufren el divorcio de sus padres. Koichi, de 12 años, vive con su madre y sus abuelos en la ciudad japonesa de Kagoshima. Su hermano pequeño, Ryu, vive con su padre más al norte, en Hakata. Koichi sólo desea que vuelvan a estar todos juntos y, cuando se entera de que un tren bala unirá las dos ciudades, se convence de que ocurrirá un milagro cuando los dos trenes se crucen a toda velocidad. Y convence a su hermano y a algunos amigos para ir al lugar del cruce y pedir que sus deseos se cumplan.

Esta cinta obtuvo el Premio Signis y la Concha al mejor guión en el último festival de San Sebastián. Se trata de una película positiva, tierna y entrañable, que ensalza el vínculo de la fraternidad y propone una vida con ideales. Sin embargo, el desenlace es algo conformista y puede decepcionar por su falta de realismo, al presentar las decisiones finales de los niños. Es una película pausada y le sobra algo de metraje, pero la actuación de los niños (hermanos en la vida real) es tan luminosa, que consiguen llenar la pantalla cada vez que salen.

Martha Marcy May Marlene

Esta película es harina de otro costal. Sean Durkin debuta en el largometraje como director y guionista de este intenso drama sobre el mundo de las sectas. Cuenta el duro proceso que tiene que padecer la joven Martha (Elizabeth Olsen), cuando decide huir de una comunidad sectaria en la que llevaba varios años, bajo el dominio del sociópata Patrick (John Hawkes). Tras escapar, se aloja en casa de su única hermana, Lucy (Sarah Paulson), y el marido de ésta, Ted (Hugh Dancy), y la convivencia se va transformando en un infierno.

La impresionante interpretación de Elizabeth Olsen y una puesta en escena con mucho estilo contribuyen a clavar al espectador en la butaca ante este drama psicológico con aire de thriller, que no sólo retrata con precisión el perfil de un lavado de cerebro, sino que se puede leer como una inquietante metáfora de nuestra sociedad. A pesar de la dureza visual de muchos momentos, se agradece que el director no se regodee en ellos y ponga siempre en el centro el conflicto humano de los personajes.

La película va reconstruyendo algunos momentos claves de la historia de Martha en la secta. Lo que le vendieron cuando entró, era una vida en comuna, en una granja en medio de un bosque, donde hombres y mujeres conviven en una armonía rousseauniana, al margen de las servidumbres del capitalismo. Aparentemente, todo es puro, todos se ayudan y han dejado atrás el tabaco, drogas o alcohol, y todo lo comparten. Pero en realidad las chicas se van convirtiendo en esclavas psicológicas del fundador, Patrick, del que mantienen una dependencia atemorizada, incluso en el plano sexual. El film arranca cuando Martha decide escapar y refugiarse en casa de su hermana. Las heridas psicológicas son tan profundas que no le bastará escapar físicamente para lograr dejar atrás la presencia de la secta en su vida.

Si analizamos algunas de las características de Martha tras sufrir ese lavado de cerebro, nos sorprenderemos al comprobar su analogía con ciertas conductas a las que nos induce la sociedad actual, sobre todo a los más jóvenes. Por ejemplo, la ausencia de una meta de futuro, la disolución del concepto de mal -y, por supuesto, de pecado- en una explicación naturalista de todo, la desinhibición completa en cuestiones de pudor y sexo, la homologación de costumbres y conductas, la debilitación psicológica y afectiva... Evidentemente, esta analogía no debe entenderse en un sentido literal, sino metafórico, de una sociedad que nos hace creernos más libres, cuando en realidad nos ha hecho más esclavos.

Les Lyonnais

Por último, un vigoroso thriller francés de Olivier Marchal, que adapta las memorias de Edmond Vidal, un delincuente que tuvo en jaque a la policía francesa en los setenta, al encabezar el clan de Los Lioneses. La película cuenta una historia muy clásica: delincuente en el pasado, que se ha convertido en el presente en un hombre afable, buen marido y buen padre. Pero ocurre algo que le obliga a decidir si seguir siendo un ciudadano honrado, o desenterrar su lado villano. Lo bueno de esta cinta es que, siendo poco original, bastante violenta y de puro género, da prioridad a los conflictos morales y dramáticos de los personajes, gracias a unos actores descomunales, como Gerard Lanvin. La cinta recuerda mucho a El Padrino, no sólo por ciertas situaciones, sino por su exaltación de los códigos de la lealtad y del honor. El protagonista nunca olvida dónde está el bien y dónde el mal.

Juan Orellana
Fuente: Alfayomega

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