Estamos en mala racha de estrenos. Triunfan
los blockbusters dirigidos al público más juvenil, como Battleship
o Los juegos del hambre. Sin embargo, llegan también cintas menores en
las que es posible encontrar puntos de interés. Es el caso de las tres
películas que comentamos hoy, alguna de ellas dura y para un público adulto,
pero en las que también se ventilan asuntos humanos importantes y esperanzados
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Escena de la película Kiseki (Milagro) |
Kiseki (Milagro)
Ésta es la propuesta más amable, aunque no es
la mejor película del convincente director japonés Hirokazu Kore-eda. Se trata
de la historia de dos niños que sufren el divorcio de sus padres. Koichi, de 12
años, vive con su madre y sus abuelos en la ciudad japonesa de Kagoshima. Su
hermano pequeño, Ryu, vive con su padre más al norte, en Hakata. Koichi sólo
desea que vuelvan a estar todos juntos y, cuando se entera de que un tren bala
unirá las dos ciudades, se convence de que ocurrirá un milagro cuando los dos
trenes se crucen a toda velocidad. Y convence a su hermano y a algunos amigos
para ir al lugar del cruce y pedir que sus deseos se cumplan.
Esta cinta obtuvo el Premio Signis y la
Concha al mejor guión en el último festival de San Sebastián. Se trata de una
película positiva, tierna y entrañable, que ensalza el vínculo de la
fraternidad y propone una vida con ideales. Sin embargo, el desenlace es algo
conformista y puede decepcionar por su falta de realismo, al presentar las
decisiones finales de los niños. Es una película pausada y le sobra algo de
metraje, pero la actuación de los niños (hermanos en la vida real) es tan
luminosa, que consiguen llenar la pantalla cada vez que salen.
Martha Marcy May Marlene
Esta película es harina de otro costal. Sean
Durkin debuta en el largometraje como director y guionista de este intenso
drama sobre el mundo de las sectas. Cuenta el duro proceso que tiene que
padecer la joven Martha (Elizabeth Olsen), cuando decide huir de una comunidad
sectaria en la que llevaba varios años, bajo el dominio del sociópata Patrick
(John Hawkes). Tras escapar, se aloja en casa de su única hermana, Lucy (Sarah
Paulson), y el marido de ésta, Ted (Hugh Dancy), y la convivencia se va
transformando en un infierno.
La impresionante interpretación de Elizabeth
Olsen y una puesta en escena con mucho estilo contribuyen a clavar al
espectador en la butaca ante este drama psicológico con aire de thriller,
que no sólo retrata con precisión el perfil de un lavado de cerebro, sino que
se puede leer como una inquietante metáfora de nuestra sociedad. A pesar de la
dureza visual de muchos momentos, se agradece que el director no se regodee en
ellos y ponga siempre en el centro el conflicto humano de los personajes.
La película va reconstruyendo algunos momentos
claves de la historia de Martha en la secta. Lo que le vendieron cuando entró,
era una vida en comuna, en una granja en medio de un bosque, donde hombres y
mujeres conviven en una armonía rousseauniana, al margen de las
servidumbres del capitalismo. Aparentemente, todo es puro, todos se ayudan y
han dejado atrás el tabaco, drogas o alcohol, y todo lo comparten. Pero en
realidad las chicas se van convirtiendo en esclavas psicológicas del fundador,
Patrick, del que mantienen una dependencia atemorizada, incluso en el plano
sexual. El film arranca cuando Martha decide escapar y refugiarse en casa de su
hermana. Las heridas psicológicas son tan profundas que no le bastará escapar
físicamente para lograr dejar atrás la presencia de la secta en su vida.
Si analizamos algunas de las características
de Martha tras sufrir ese lavado de cerebro, nos sorprenderemos al comprobar su
analogía con ciertas conductas a las que nos induce la sociedad actual, sobre
todo a los más jóvenes. Por ejemplo, la ausencia de una meta de futuro, la
disolución del concepto de mal -y, por supuesto, de pecado- en una explicación
naturalista de todo, la desinhibición completa en cuestiones de pudor y sexo,
la homologación de costumbres y conductas, la debilitación psicológica y
afectiva... Evidentemente, esta analogía no debe entenderse en un sentido
literal, sino metafórico, de una sociedad que nos hace creernos más libres,
cuando en realidad nos ha hecho más esclavos.
Les Lyonnais
Por último, un vigoroso thriller
francés de Olivier Marchal, que adapta las memorias de Edmond Vidal, un
delincuente que tuvo en jaque a la policía francesa en los setenta, al
encabezar el clan de Los Lioneses. La película cuenta una historia muy
clásica: delincuente en el pasado, que se ha convertido en el presente en un
hombre afable, buen marido y buen padre. Pero ocurre algo que le obliga a
decidir si seguir siendo un ciudadano honrado, o desenterrar su lado villano.
Lo bueno de esta cinta es que, siendo poco original, bastante violenta y de puro
género, da prioridad a los conflictos morales y dramáticos de los personajes,
gracias a unos actores descomunales, como Gerard Lanvin. La cinta recuerda
mucho a El Padrino, no sólo por ciertas situaciones, sino por su
exaltación de los códigos de la lealtad y del honor. El protagonista nunca
olvida dónde está el bien y dónde el mal.
Juan Orellana
Fuente: Alfayomega
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