jueves, 24 de mayo de 2012

CRISTIANOS EN EL TRABAJO Y LA TENTACIÓN DE LA VAGANCIA


El individuo se presenta en el tajo y sabe que tiene que cumplir con ciertas tareas, que tienen que estar bien hechas y con cierta agilidad. Sin embargo, a pesar de no ser Superman, no se resiste a hacer el avión, pasando gran parte del tiempo en que debería estar trabajando en distracciones improductivas. ¿Liviandad inocente? No. El nombre correcto para esto es PECADO, delito contra el séptimo mandamiento: No robarás.

Además de un derecho del hombre, el trabajo es un DEBER (CIC 2427). Todo persona en la edad adecuada tiene la obligación de honrar a Dios a través del trabajo, no sólo para mantenerse sino también para "dar servicio a la comunidad humana" (CIC 2428). Por eso, los émulos de Homer Simpson no se daban en la comunidad cristiana guiada por San Pablo:

Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma (2 Tesalonicenses 3,10).

El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC 2409) nos enseña que el trabajo mal hecho es inmoral. Al fin y al cabo, el que holgazanea y no se esfuerza en cumplir con sus funciones adecuadamente perjudica materialmente a aquellos que le pagan el sueldo. Además, si es parte de un equipo, posiblemente el escaqueado estará fastidiando a  sus colegas, que tendrán que sacrificarse para poner al día el trabajando retrasado o rehacer el que esté mal hecho.

La chapuza puede causar desde pequeños inconvenientes hasta graves daños a los demás. Por otra parte, el trabajo animado por una verdadera conciencia cristiana transforma positivamente la realidad. Como los monjes benedictinos de la Edad Media, que siguiendo la regla de la oración y el trabajo de San Benito, impulsaron el crecimiento económico en Europa, introdujeron nuevas técnicas agrícolas, transformaron grandes ciénagas en tierras cultivables, y crearon productos que, aún hoy, sostienen la economía de varias ciudades (como el queso, el vino, el champán, etc.). Y no nos olvidemos de su valiosa labor de copia y la preservación de los manuscritos antiguos, lo que impidió a los bárbaros transformar la Biblia y los escritos de los eruditos griegos en polvo.

Es en el entorno profesional que la mayoría de la gente pasa la mayor parte de su vida. Por lo tanto, es uno de los lugares donde Cristo más necesita cristianos que den testimonio de Él. Un trabajador distraído, perezoso, incompetente e irresponsable pierde une gran oportunidad de honrar el nombre del Señor delante de los hombres. Mientras tanto, un cristiano que lleva a cabo sus deberes con amor, porque reconoce que esa realidad es un don de Dios, marca la diferencia. "Mira fulano, que competente y servicial es. Es meeeegacatólico, ¿sabes?" ¡Punto para Jesús!

No es de extrañar que San Josemaría Escrivá, un santo del siglo XX, insistiera tanto en la búsqueda de la santidad a través del trabajo:

"Sea cual sea, el trabajo profesional se convierte en una luz que ilumina a vuestros compañeros y amigos. Por lo tanto, a menudo me repito (...): que me importa que me digan que fulano es (...) un buen cristiano  -¡pero un mal zapatero! Si no te esfuerzas por aprender bien tu oficio, o llevar a cabo tu trabajo con esmero, no lo puedes santificar ni ofrecer al Señor. Sin embargo, la santificación del trabajo ordinario es como el fundamento de la verdadera espiritualidad para aquellos que, como nosotros, han decidido vivir en intimidad con Dios, inmersos en las realidades temporales". (Amigos de Dios, 61)

La realidad del trabajo es tan importante que fue asumida por Jesús: hasta el comienzo de su vida pública, trabajó como cualquier otro. ¿O crees que San José le dio la paga hasta los 30 años?

"El trabajo honra los dones del Creador y los talentos recibidos. También puede ser redentor. Soportando el peso del trabajo en unión con Jesús, el carpintero de Nazaret y el crucificado del Calvario, el hombre colabora en cierta manera con el Hijo de Dios en su obra redentora. Se muestra un discípulo de Cristo llevando la Cruz cada día, en el trabajo que está llamado a realizar. El trabajo puede ser un medio de santificación y una animación de las realidades terrenas en el espíritu de Cristo. "(CIC 2427)

Así pues, ¡basta de escaquearse, figura! Si pasas una buena parte de tu jornada de trabajo rascándote la barriga, limándote las uñas, chismorreando, twitteando o facebookeando, algo va muy mal. ¡Confiésate, ora y labora!



Fuente: Ocatequista

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