viernes, 13 de abril de 2012

CRISTIANOS TIBIOS SERÁN VOMITADOS

La mayoría de los cristianos, al menos en algún período de su vida, se conforma con vivir una fe mediocre, mezquina, lo que contribuye poco a testificar la gloria de Cristo al mundo. Van llevando sus viditas preocupados sólo con sus ombligos, con sus estudios, con su novia, con su trabajo, con sus parientes, y permanecen sordos al grito de los que sufren.

Este tipo de fiel puede incluso ser un practicante y devoto católico, pero en el fondo está siempre en busca de la felicidad a través de conquistas materiales, mientras que la fe y la caridad quedan en segundo plano. Una vez al año - y gracias - participa en alguna acción solidaria, tipo "Navidad sin Hambre", siente que ha hecho su parte y se queda muy satisfecho con ello.

Sin embargo, cada vez que alguien se presentaba para ser su discípulo, en lugar de reaccionar con palabras dulces y alentadoras, Jesús ejercía presión sobre el tema. Era una manera de espantar a los blandengues ya que, después de todo, ser cristiano es duro. Mira este pasaje del Evangelio de Lucas:


Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: « ¡Te seguiré adonde vayas!». Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». 

Y dijo a otro: «Sígueme». El respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». 
Pero Jesús le respondió:  

«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios». 

Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios». (Lc 9, 57-62)


Simpático el Maestro, ¿verdad? Puedes ver que en su esquema de “fichajes” primaba la calidad, no la cantidad. Él no hizo como tantos sacerdotes y catequistas que sólo cuentan historias bonitas y verdades a medias, para no disgustar o abrumar a nadie (¡santa cobardía, Batman!). Jesús no temía a la libertad humana: "Yo soy el Señor. Me comprometo a darte una vida cien veces más plena que la que tienes hoy, llena de belleza y significado. Pero, mira, vas a padecer de cuidado, te van a tocar las narices por causa de Mí. ¿Quieres o no? Si no te gusta ya sabes donde está la puerta. "


Cristo no dio facilidades ni a los que le siguieron desde el principio. Dijo cosas extrañas a propósito, para provocar sacudidas. Si el tipo seguía a su lado incluso después de oír aquellas cosas, era porque realmente lo amaba. Fue así cuando dijo que sólo entraría en el Cielo quien comiese su carne y bebiese su sangre. La multitud, que poco antes lo seguía con entusiasmo gritó: "ARGHH" y salió corriendo. En cuanto a los (pocos) discípulos que quedaron, los puso contra la pared:

Jesús preguntó entonces a los Doce: « ¿También vosotros os queréis marchar?». 

Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. (Jn 6, 67-68)

Este es nuestro Maestro, al mejor estilo del Capitán de aquella Tropa de Elite de la película: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida Eterna. ¿Te da asquito? ¡Pide para salir! ". Qué diferencia con la evangelización  apacible de hoy...

Hablando de asquito, pone los pelos de punta el pasaje del Apocalipsis que ordena a los cristianos salir de una vez de la mediocridad, mientras se puede:

El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. (...)

Yo conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero porque eres tibio, te vomitaré de mi boca.

Tú andas diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada. Y no sabes que eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. 

Por eso, te aconsejo: cómprame oro purificado en el fuego para enriquecerte, vestidos blancos para revestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y un colirio para ungir tus ojos y recobrar la vista. 

Yo corrijo y reprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete! 

Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos. 

Al vencedor lo sentaré conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono». (Apocalipsis 3, 13-21)

Para aquellos que quieran reflexionar mejor sobre el tema, vale la pena comprar un buen libro sobre la vida de San Vicente de Paúl. Él, que se convirtió un sacerdote antes de los 20 años, sólo pensaba en tener una buena vida y conseguir algo de pasta para su familia. De hecho, no era un mal tipo, incluso era buena gente, pero estaba lejos de ser santo. Después de unas cuantas puyas ("castigo a los que amo"), se dio cuenta de que ser sacerdote se alejaba mucho de echar un sermón aquí y allá y buscar la comodidad y el prestigio: era hacer presente el amor de Cristo a los pobres y quienes padecen. Y así pasó de “funcionario de la sotana” y cazador de beneficios a ser uno de los más grandes santos que el mundo haya visto.

¡Que San Vicente de Paúl nos ayuda a tener un corazón grande, fiel e indomable como el suyo!




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