Al pie de la cruz,
María debía de recordar las palabras
que ella misma había proclamado
en casa de Isabel, su prima:
"Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador...
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación...
Dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes.
A los hambrientos los colma de bienes..."

Y debía de recordar también las palabras
que Jesús, su hijo,
ahora agonizando en la cruz,
había proclamado en Galilea:
"¡Dichosos los pobres:
porque vuestro es el reino de Dios!"
Y ahora lo veía allí tan pobre,
tan débil, tan abandonado...
Y con toda su fe,
reafirmaba de nuevo
aquellas palabras:
el amor de Dios es para siempre,
el amor de Dios se derrama sobre los pobres,
el amor de Dios es resurrección y vida
para todos los que creen en él
y para todos los que quieren amar como él...
¡Como María, también nosotros
esperamos la noche de Pascua!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
O noso blog necesita dos teus comentarios!