jueves, 22 de marzo de 2012

¿QUIERES SER FELIZ?

Decídete y no te detengas ante de las situaciones frustrantes

El ser humano constantemente busca la felicidad. Todo lo que las personas emprenden y tienen como meta es encontrar una realización. Desde los gestos más simples, tales como suplir las necesidades básicas, incluso los más audaces proyectos, son impulsados por el deseo de la satisfacción interior. Esta búsqueda por querer llenar el alma está escrita en el corazón del hombre. Dios nos creó para ser felices.

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “Solamente en Dios el hombre encontrará la verdadera felicidad que no deja de buscar” (CIC 27). Es en el Señor que descubrimos la feliz experiencia y la verdad que se acerca de todas las cosas, incluso a nuestro propio respecto.

En varios pasajes de su Palabra, el Altísimo nos da principios y ordenes que nos orientan como proceder para alcanzar el bienestar que viene de él: “La alegría del Señor, es nuestra fuerza” (Nm 8,10); El sermón de la montaña (Mt 5, 1-11); “honra tu padre y tu madre para que seas feliz y tengas una vida larga sobre la tierra” (Ef 6,2); y muchos otros.

Sólo camina mal el que busca ser feliz fuera de Dios, el que busca su propia verdad y realización (como si así pudiese existir), motivado por una noción equivocada de cómo alcanzar la felicidad. En lugar de construir una alegría incorruptible, busca la gratificación inmediata sin proyectar las consecuencias posteriores. Es esa la tentación que Jesús sufrió en el desierto (cf. Mt 4; Lc 4) y que también hoy el demonio utiliza para seducirnos. El quiere sacarnos la identidad a través de las ilusiones del Ser, del Tener y del Poder, así, cedemos a los impulsos que traerá sólo satisfacción momentánea, puestos en el lugar de los dioses, perdemos la consciencia de la verdad a nuestro respecto y consecuentemente idolatramos aquello que nos da placer.

Para vivir la felicidad, en primer lugar, debemos renunciar a estas tres tentaciones (ser, tener, poder), trabajando en nosotros las virtudes que son opuestas a ellas, las cuales nos restablecen la verdad de ser criaturas y de que solamente en Dios obtendremos la alegría.

Son prácticas contrarias a las tentaciones:

La alabanza: palabras de agradecimiento, de exaltación del Señor, que lo pone en primer lugar en nuestra vida, haciendo adoración a Aquel que es y todo puede en nosotros, por nosotros y entre nosotros. Alabar saca del ser humano la tentación del “ser”, porque sólo Dios es. Incluso en la tribulación alaba, porque, “en todas las cosas interviene Dios para el bien de los que lo aman.” (Rm 8,28). Sólo un corazón agradecido confía verdaderamente en esto, porque alabar a Dios delante de nuestra impotencia y contar con Dios misericordioso, es creer que incluso del sufrimiento algo de beneficio vendrá.

Otro factor es no murmurar, se convierte más agradable el convivir con otras personas. Causa una buena impresión donde quiera que vayas. “La boca habla de lo que el corazón está lleno” (Lc 6,45).

La gratuidad: hazlo todo sin esperar retribución. Muchas de las decepciones que tenemos en la vida vienen por esperar demasiado de los demás. La gratuidad libera nuestro corazón de apegos y méritos, nos libra de la obligación de las recompensas, incluso de nuestras exigencias con nosotros mismos. Quien no exige al hermano, aprende a valorar a la persona en primer lugar a partir de la experiencia con ella misma.

Ten iniciativas, cuando el otro no merece es señal de que necesita todavía más. La gratuidad es un acto de confianza en la Divina Providencia, ya que proporciona el don que se obtiene de Dios en favor de quien está al lado: “Gratis recibisteis, gratis debéis dar” (Mt 10:8) y saca del corazón las ganas de “tener”. El amor sólo es pleno cuando es con gratuidad: “No es egoísta, disculpa todo, cree todo, espera todo, suporta todo” (I Cor 13,5-6).

La decisión: Ten actitud para que llegue tu felicidad. Ten metas a corto, medio y largo plazo. La felicidad viene por medio de un proyecto de vida. ¡Si hoy no sale bien, no te rindas! Dios está en tus sueños. Los sueños pueden ser indicativos del Padre para tu vocación.

Decídete, no te detengas delante de las situaciones frustrantes. Esto complica la predisposición del corazón de no postrarse mediante los imprevistos de los quehaceres cotidianos. Es natural lamentarse ante algo que hiere los sentimientos, pero no debes arrastrar el problema o exagerarlo. El sufrimiento tiene que ser fecundado. ¡Aprendemos con el dolor, porque todo en esta vida pasa! Nada permanece, solamente Dios.

Recuérdalo: la persona que decide vivir bien su día, no se exalta con algunos minutos que no fueron favorables.

Decidirse por la felicidad en Dios, es invertir contra las ansias de poder, porque se buscan motivos interiores para ser feliz y no se sujetan a estar bien, conquistar bienes o tener personas subordinadas. Es equivocada la concepción de que sólo vas a hacer feliz cuando conquistes algo.

Por último es posible, no sólo, llegar a la alegría terrenal, en nuestra naturaleza humana, sino también al júbilo espiritual, porque la felicidad es un regalo para el ser humano.

El Padre quiere que nos realicemos por completo, dándonos la identidad de ser hijos, que junto a él tienen la posesión de su reino y un día podremos compartir su gloria. Ahí está la verdadera felicidad.

¡Que Dios te bendiga!


Sandro Ap. Arquejada



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