sábado, 31 de marzo de 2012

EL SIGNIFICADO DEL DOMINGO DE RAMOS

La celebración de la entrada del Señor en Jerusalén, con la bendición y procesión de los ramos, supone la proclamación del Evangelio que da sentido al acto litúrgico (Mt 21, 1-11). La alabanza pública es el reconocimiento mesiánico de la persona de Jesús, dada la explicación bíblica de la relación del Mesías con la dinastía de David. De hecho, el saludo mesiánico "Hosana, hijo de David", en el acto de bendecir al que viene en el nombre del Señor, es la confirmación de la profecía de Natán, a través de la cual el pueblo espera y reconoce la llegada de aquel descendiente privilegiado, cuyo trono sería estable o permanente.

Sin embargo, Jesús parece preferir servirse de otros textos de la Escritura para dejarse reconocer como Mesías. Al querer montar un borrico para entrar en la ciudad, asume la condición mesiánica descrita por Zacarías: "Decid a la hija de Sión: mira, tu Rey viene a ti, humilde y montado en un asno, en un pollino, hijo de una asna".

Este acto contradictorio se explica por el mesianismo "antimesiánico", ligado a la predicación y llegada del Reino, que contradice los intereses de los poderosos. Rechazándose al Mesías, su persona e imagen, se rechaza también al Reino que vino a instaurar por medios pobres, aunque eficaces. La cruz y la muerte se colocan, pues, en el horizonte de este rechazo al proyecto mesiánico: es el camino del amor que se da a Dios y a los hombres, en favor de la justicia y de la paz, a través de la mansedumbre y de la humildad.

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