9. Día de esperanza, de soñar un domingo nuevo y definitivo.
La eucaristía dominical supone hacer la experiencia gozosa de vivir un tiempo humano que se ilumina a la luz del Resucitado.
En el disfrute de la naturaleza, compañera y amiga del ser humano, que canta con su prodigalidad y belleza la gloria de Dios.
En comunión solidaria con nuestros seres queridos, difuntos, a los que confesamos vivos en el silencio de Dios. La eucaristía dominical debe promover en nosotros esta fraternidad con los vivos y los difuntos.
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